Haz el siguiente ejercicio:
Ponte de pie cerca de una luz (da igual que sea natural o no), y observa la figura que se forma a tus pies.
Ese reflejo oscuro eres tú, tu sombra, la que te acompaña a todas partes, hagas lo que hagas (y aunque no la veas).
Todos tenemos dos modos de afrontar las situaciones que se nos presentan o de actuar ante los acontecimientos:
Con una actitud mental positiva, clara y sin dobleces.
O con una actitud mental negativa, oscura y llena de recovecos.
Las dos formas de pensar y actuar forman parte de nosotros. Una no quita a la otra y una no puede vivir sin la otra.
Tú eres quien decide prestarle más atención a una actitud o a otra. Eres tú (y no las circunstancias externas u otros factores), la que determina si actuaras en función de una mentalidad más positiva o por el contrario, te dejarás llevar por la negativa.
Las dos requieren un esfuerzo consciente, y las dos consumen energía en nosotros...
Sin embargo, muchas veces pensamos que es más sencillo "dejarse llevar" por las actitudes pasivas, derrotistas y apáticas del lado oscuro, sin darnos cuenta de que en realidad, consumimos los mismos recursos tanto para mantener una actitud mental positiva que negativa (y muchas veces, la negativa consume mucho más).
A través de la práctica, nuestros hábitos más arraigados se pueden modificar, y lo mismo sucede con la forma de afrontar los retos y situaciones que experimentamos:
Cuantas más veces, tengamos una actitud mental positiva, más sencillo será tenerla en un futuro.
Ahora, cierra los ojos y respira profundamente tres veces.
Imagina que estás dentro de una amplia sala vacía.
A la izquierda de la habitación hay varios espejos, que te reflejan tal y como eres.
A la derecha, una potente luz, hace que tu silueta se dibuje en la pared, sin forma definida.
Respira profundamente una vez.
Primero dirígete a la sombra y observa detenidamente sus rasgos, aceptando cada uno de sus salientes.
Sabes que esa sombra eres tú, pero no eres completamente tú.
Ahora sitúate en la parte izquierda y observa tu cuerpo y tu rostro.
Ahora ves los rasgos definidos y claros. A pesar de que es tu reflejo, te reconoces en esa imagen.
Vas al centro de la habitación.
Desde allí puedes ver ambas formas y eres consciente de que tú, tu cuerpo, está justo en el medio de la sala.
Sabes que puedes decidir ir a un lado u a otro.
Tienes capacidad de elección.
De ti depende tu forma de actuar y de enfrentarte a los acontecimientos.
Respira profundamente una vez.
Abre los ojos.
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