Hemos roto nuestro contacto con la naturaleza, con nuestro origen, con nuestro entorno.
Poco a poco, el ser humano ha ido desvinculándose, de forma inconsciente, de aquello que siempre le dio todo lo que le era necesario para vivir. Según la 'evolución' ha ido dándose, grandes urbes se crearon, donde en ellas había poco espacio para los entornos naturales. De forma siempre similar, el hombre ha creado espacios para vivir donde se ha reflejado su razonamiento y lógica, pensan
do únicamente en construir cosas 'funcionales', como viviendas y otras instalaciones para su uso personal. Y en dichos planes urbanísticos los entornos naturales raras ocasiones han estado presentes, y cuando lo han hecho ha sido en espacios mínimos para el deleite de la mirada, como son los parques públicos.
En este ritmo de vida, el ser humano ha manifestado su densidad e inconsciencia, y por ello las grandes ciudades siempre han sido lugar de bajas vibraciones, pues en ellas se cría y vive el ser humano en el estado en el cual se encuentra. Y al ser egoísta e interesado, su proyección y vibración del lugar es igualmente densa.
Por ello la gente se cansa de la gran ciudad, y cuando pasa un día en la naturaleza vuelve más renovada y armónica. Las energías de los entornos naturales ayudan a que los ritmos del ser humano se contagien y vuelvan a estados más equilibrados.
Todo es energía, vibración. Y si vivimos en un entorno energético que es inestable y desequilibrado como es la ciudad, con su ruido, su movimiento ajetreado y muchas veces errático, su violencia en multitud de formas, sus gentes problemáticas (puros emisores de baja densidad), es casi imposible que nuestro cuerpo energético no se vea afectado y desequilibrado en dicha corriente negativa.
Hemos de recuperar el contacto con la naturaleza, con los entornos abiertos y saludables. Si comenzamos a incorporar en nuestra vida los paseos por el campo, la visión de los colores de los árboles, las flores, las montañas, los ríos; si aportamos a nuestros oídos los sonidos armónicos de la naturaleza, sentiremos una gran mejora en nuestro estado de ánimo. Nuestra energía se equilibrará, se reducirán drásticamente los niveles de estrés, nerviosismo; y entonces sentiremos la verdadera importancia que tiene el volver a la naturaleza, el concederle la gran importancia que tiene, pues sin ella no podríamos vivir.
Sal de la ciudad siempre que puedas: de su ruido, de su movimiento, de su baja vibración. Es una de las mejores terapias que puedes realizar. Incorpora a tu vida el respeto por ella, su contacto. Integra todo lo que puedas a tu Ser en los entornos naturales.
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un beso y una linda sonrisa