Planes a futuro

Hacemos planes a futuro para prever lo que se viene, e intentar estar relajados mientras “eso” llega. Lo malo es que caemos en la ilusión de que realmente tenemos CONTROL sobre el futuro, y entonces generamos expectativas. Luego, cuando las cosas no van según el plan, nos decepcionamos y frustramos. Y esa necesidad de planearlo todo en realidad encubre el miedo a lo desconocido, formamos mapas mentales para sentirnos seguros mientras avanzamos en el camino.
Por otra parte, no hay que negar que hacer planes también tiene su lado positivo. Sin planes, en una sociedad moderna, no podríamos encontrarnos con tanta gente o cumplir nuestros mayores deseos.
La idea es encontrar un BALANCE que nos permita cumplir nuestras metas, pero ser flexibles a la vez, es decir, además de planear, agendar y visualizar, dejar también que las cosas “sucedan”, aflojar los lazos con todo lo que hemos planeado, disolver las expectativas, y dejar que nuestras acciones nos muestren lo que tengamos que ver, a dónde tengamos que ir, lo que tengamos que decir y cómo tengamos que sentirnos.
¡Lo importante es ser capaces de abrazarlo todo, lo planeado y lo no planeado!

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