Dios conoce a la perfección nuestras capacidades y limitaciones, nuestras fortalezas y debilidades. Como es nuestro Padre bondadoso sólo quiere que seamos felices, quiere que crezcamos en nuestras vidas en todos los ámbitos: Espiritual, psíquico, físico. Una de las tantas formas de dejar que un hijo crezca, es que afronte sus problemas y dificultades de la vida solo.
El “detalle” más lindo es que como Dios sabe muy bien cuál es nuestra capacidad de afrontar y superar las dificultades, y es un Padre bondadoso como dijimos, nunca nos haría afrontar algo que no podamos superar. En la vida normalmente interpretamos a los problemas y dificultades como si fueran “rocas” que se interponen en nuestro camino:
Hechos, sucesos que no nos dejan avanzar, nos frustran, nos desganan.
Sentimos como que nos tropezamos, caemos y nos enojamos.
Le reclamamos a Dios ¿por qué a mí?... ¿Por qué siempre a mí? Con esta postura, al levantarnos de la caída, seguimos caminando, enojados, frustrados, pensando que seguramente va a haber otra roca mas adelante, va a haber más dificultades.
De esta manera, interiormente creamos y/o afianzamos la concepción de que “Dios es injusto con nosotros” y que nos toca vivir una vida injusta. Yo te propongo una forma diferente de ver las cosas.
Sabiendo que Dios nunca nos haría afrontar algo que no podamos superar, te invito a interpretar ese problema, esa dificultad que te ahoga, como una roca que Dios puso en tu camino como un escalón para elevarte a un nivel superior (psicológico, espiritual, físico).
Dios, que es Amor, quiere que como hijos trascendamos, que signifique “trasladarse ascendiendo”. Al subir la roca (superar la dificultad) y ver el panorama en un “nivel superior” vas a poder decir ¡gracias Señor por haber puesto esta roca en mi camino!
Con esta postura vas a poder seguir caminando alegre, en ese escalón más alto rezando para que Dios te dé las fuerzas necesarias para trascender todas las rocas del camino de tu vida y decir con coraje: "Dios, guíame hacia la próxima roca".