Siempre hablamos del pasado como esa parte de nuestra vida que dejamos atrás. Tal vez por lo doloroso que resulta recordarlo o porque aunque quisiéramos revivirlo, por alguna razón, no deja de ser ayer.
Hoy mientras tomo mi acostumbrada taza de té, como cada tarde, pienso en tu sonrisa y esa mirada profunda que te separa de mi vida. Qué irónico, recordarte me hace tener conciencia que ahora somos dos mundos apartes, pasados sin retorno, que sólo reflejan soledad y nada más.
No es culpa mía que ahora te recuerde, porque no lo niego; lo hago, pero con indiferencia. Tal vez en uno de esos intentos de sobrevivir a las miserias que me dabas, posiblemente me olvidé de ti, y me acordé de vivir.
Tu nombre hoy suena a pasado, y tu recuerdo se esfuma tras la humedad, y la certeza de no verte más.