La forma que tenemos de comer, suele ser acelerada y sin disfrute.
No tenemos tiempo, o eso pensamos, en esta época tan rápida, de dedicar a la comida su espacio y dedicación.
Muchos, toman tan solo un café para desayunar, de pie, en la cocina de su casa o en el trabajo.
Otros tantos, no tienen apenas ocasión de almorzar tranquilos, ya sea por obligaciones laborales o familiares.
Comemos rápido, para pasar a otros asuntos, sin darnos cuenta de lo importante que es alimentarnos.
Porque no solo somos lo que comemos, sino también como comemos.
Una persona tranquila y con buenos hábitos alimenticios, seguramente, se levantará un rato antes para hacer un desayuno completo (con agua, fruta y cereales sobre todo), y tendrá tiempo de disfrutar de lo que come.
En otras culturas, el desayuno es la comida principal del día. No solo se dedica tiempo para ello, sino que nutren al cuerpo para el largo día.
Con un café con leche, a media mañana, ya no rindes como te gustaría. Es cuando nos duele el estómago, que recordamos que no hemos comido desde hace horas.
En muchos sitios, ya se habla de tener una alimentación sana, comiendo cinco veces al día (o más). No se trata de comer mucho cada vez, sino pocas cantidades. Darle al cuerpo lo que necesita.
Es lo que hacen los bebés de pocos meses, comen cada poco tiempo, cuando tienen hambre, haciendo caso de sus necesidades. Y cuando comen, tan solo hacen eso: comer.
Nosotros somos capaces de estar haciendo muchas otras cosas, aparte de comer. Comer no es lo importante en ese momento, sino lo que vas a hacer en un rato, o leer las noticias de la mañana, o ver un programa de televisión… Cuando nos damos cuenta, el plato está vacío y esto suele suceder en unos pocos minutos.
Te animo a que seas consciente, la próxima vez que comas, de lo que estás haciendo. No hace falta que apagues la televisión o que dejes de leer la prensa. Tan solo, concéntrate en comer, en masticar, en saborear los alimentos.
Disfruta de esos momentos del día, y no los dejes pasar a la ligera.
Escucha a tu cuerpo. Tal vez poco a poco, bajes el sonido del televisor mientras almuerzas o te sientes cerca de la ventana a cenar.
Y es posible, que el tiempo que dedicas a comer ahora, se duplique sin darte cuenta.
La comida y el cómo comes, volverá a ser parte de tu vida, disfrutando de cada bocado. Recuerda: ¡Eres cómo comes!
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