Hay distintas definiciones para lo que se conoce como “buena suerte“. Se dice que es azar, un suceso favorable que ocurre por casualidad…
Los angloparlantes tienen una palabra que designa este concepto: “serendipity“. Para ellos es, precisamente un suceso agradable e imprevisto, pero sin que esté desprovisto de la “intención” humana.
Si lo miramos bien, la buena suerte casi siempre tiene sus raíces en una conducta anterior.
Incluso los sucesos más improbables, como que nos toque la lotería o que coincidamos en una sala de espera con la persona de la que nos habremos de enamorar, por ejemplo, parten de lo que hemos hecho nosotros para que eso suceda. Es decir, si queremos que nos toque la lotería, hemos de probar suerte y, si queremos encontrar a alguien, hemos de movernos por ahí.
En definitiva, la buena suerte sí existe, pero la hemos de provocar nosotros en la mayoría de las ocasiones.
¿Cómo se hace? En primer lugar, estando convencidos de lo anterior. Hay que actuar.
Quedarse esperando a que algo mejore no es la respuesta. Si no hacemos nada, la tendencia de las cosas es ir a peor. ¿Quién no ha experimentado esto?
Una actitud creativa llamará a la buena suerte: planear, explorar, descubrir y, si algo va mal, responsabilizarse de nuestra propia realidad.
Ésa es la buena suerte en la que creo. ¿Y tú? ¿Cómo llamas a la buena suerte?