¿Te has sentido alguna vez tan lento como una tortuga?
Por delante, un camino que lleva hacia una meta. Comienzas la carrera; las liebres te adelantan y tú, que no tenías previsto ser una tortuga, te mueves muy despacio.
Pensabas que irías a un paso más ágil. Tus expectativas, que quizás se basaban en las experiencias de otros o en un cálculo rápido, fallaron. Avanzas, sí, pero comienzas a sentirte desilusionado y, más tarde, te conviertes en una presa apetecible para el estrés.
Tienes dos opciones: Seguir a paso de tortuga, puede que sin la garantía de lograr un ritmo más ágil, o abandonar. ¿Qué haces?
En mi opinión, esto viene a recordarnos que todos somos liebres, tortugas o puede que sapos en algún momento de nuestra vida. Cada persona tiene sus propios ritmos, que son distintos según la actividad que emprenda.
Y, si sólo emprendemos aquellos caminos en los que avanzamos como una liebre, vamos a privarnos de recorrer bastantes itinerarios.
No hay nada de malo en avanzar despacio, como una tortuga. Lo que sí es un fastidio es caer abatidos por la desilusión, la frustración o el agobio de no poder ir a un ritmo más rápido.
Esos sentimientos no tienen mucha utilidad. O, bueno, sí la tienen:
Sirven para usarlos de excusa para abandonar el camino.
Y, si no abandonamos, sirven para sentirnos mal durante la marcha.
¿Qué otra cosa logramos dándole alas al nerviosismo y la ansiedad por no avanzar más rápido?
Claro, a todos nos gusta la marcha rápida y diligente, el camino lo más llano posible (o cuesta abajo, mejor) y conseguir lo que queremos sin tanto sufrimiento.
Pero es que buena parte de ese sufrimiento se puede evitar cuando asumimos que, en algunos momentos, nos tocará caminar como tortugas.
Y, a fin de cuentas…
“No importa qué tan lento vayas; lo importante es no detenerse.” (Confucio)
Cuando te toque ser tortuga, no lo olvides: “Lento, pero seguro.”
http://tusbuenosmomentos.com/2011/11/avanzar-lentamente/