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| ¿Sin liquidez no hay vida líquida? | |
| | Autor | Mensaje |
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Nemesis CO-CREADOR@
Desde : 09/01/2009 He aportado : 24878
| Tema: ¿Sin liquidez no hay vida líquida? Jue Oct 11 2012, 04:43 | |
| Zigmunt Bauman es sociólogo y lleva años tras el estudio crítico de lo que él llama “ la vida líquida”, una metáfora de la actual sociedad del consumo y la subculturas derivadas de ésta. No es de extrañar dado el extraordinario influjo que este modelo postmoderno ejerce sobre millones de almas humanas que se entregan como abogados del diablo a la promesa emocionalmente fascinante y espontánea de la felicidad. La promesa es simple, a través del reclamo material es posible satisfacer todos los sueños posibles, y lo mejor de todo: a muy breve plazo. No importa si para alcanzar el sueño hay que hacer de Mefistofenes; esas tonterías no importan cuando los valores tradicionales o perdurables pueden ser sustituidos por valores líquidos o de quita y pon. No importa si la filosofía de base es una falacia o un espejismo disfrazado de progreso, lo que interesa es el rendimiento, la productividad, los ingresos y los beneficios; la liquidez en definitiva. Tener liquidez es hoy en día un signo de identidad y realidad.
Nada consigue frenar la fascinación de este modelo líquido de desarrollo, ningún otro ha sido o es más sugerente, por atractivo o alternativo que se lo presente. Incluso el concepto de sostenibilidad se vende para cualquier cosa, para justificar cualquier patraña. Viene bien porque la sostenibilidad es señal demagógica de permanencia. ¿Quién se puede negar a un estilo de vida que se vende como eterno e inagotable? ¿ Quién no se siente merecedor después de batallar por la liquidez? ¿ A quién puede importar, ante tan suculentas ventajas, que el planeta esté al borde del colapso sociológico, demográfico y ecológico?. Es tentador sin duda desoir la propia conciencia y abrazar la posmodernidad con aséptica indiferencia, borrar indolentemente cualquier rastro de inquietud existencial, sobre todo cuando existen tantas formas de limpiar la conciencia. Al parecer esto es lo que entendemos como ser conscientes y vivir en la realidad.
Los valores sólidos (tradicionales) de antes no parecen sostenerse ante el reclamo sensual de los sugerentes valores líquidos con los cuales cambiar rápido de pareja, de casa, de credo, de marca de electrodoméstico, de tetas, de tarjeta de crédito, de móvil, ordenador o coche. Hoy todo tiene fecha de caducidad a corto plazo porque todo se sirve y se consume voraz y velozmente, a la velocidad de las modas que determinan en nuestros nuevos hábitos consumísticos.
Floreciendo como champiñones y en plena globalidad han brotado los chiringuitos empresariales que apostando por un mercado libre sin fronteras ni escrúpulos pululan en forma de multinacionales, escuelas de negocios y ministerios que enarbolan engañosas estadística y las más variopintas teorías científicas estandarizadas. El resultado es un humanismo caníbal y depredador que cobra trascendencia en la medida que nuestra identidad se sumerge más y más en una base de creencias fundamentada en un fin sin fin que justifique a toda costa todos los medios.
Sí, probablemente no haya habido nunca un mejor momento para dejarse mecer por la desidia, sobre todo cuando el progreso aparece tan laxo y justificado. A este respecto todo necesita ser controlado, estar atentos a los índices y curvas estadísticas, el pronóstico del tiempo, el estado de la bolsa, los índices de natalidad, los flujos migratorios y las fuentes de reservas. Todo para modular en las necesidades y gustos del consumidor, todo para incentivar más aún la maquinaria demiúrgica del consumo. La aparente inagotabilidad del modelo líquido se basa pues en la capacidad de resistencia o sostenibilidad del propio planeta, en la inagotable credulidad humana siempre expectante y necesitada de nuevos reclamos fascinantes con los cuales llenar nuestra avidez de sueños.
Después de todo y desde una perspectiva metafísica semejante búsqueda de la felicidad efímera no deja de ser un evaporarse, un desvanecerse hasta diluir todo sentido trascendente para la existencia. La maquinaria mediocrática nos ofrece protagonismo mientras haya liquidez pero no nos deja entrever con la transparencia necesaria cuál es el sentido más vital de nuestro sentido vital.
J.R Tato Peña | |
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