Esta ley indica que todo lo que existe tiene dos polos, uno positivo y otro negativo, se le asigna a esta ley el lema de: “Todo es dual, todo tiene dos polos, todo tiene su par de opuestos, los semejantes y los antagónicos son lo mismo. Los opuestos son idénticos en su naturaleza, pero diferentes en grado. Los extremos se tocan”.
Esto significa que todo es doble, es y no es al mismo tiempo. Nada es absoluto en realidad y cuanto existe tiene su par de opuestos.
Esta ley ha sido la base de grandes logros de la civilización porque a través de ella se pudo descubrir como todo el movimiento es uno solo, el resultado de dos fuerzas contrarias: una centrífuga y otra centrípeta.
Los opuestos son idénticos sólo que difieren en grado de vibración o en grado electromagnético, de tal manera se aprecia cómo existe lo negro y lo blanco, el bien y el mal, el calor y el frío, la luz y la oscuridad, lo grande y lo pequeño, lo positivo y lo negativo, la hembra y el macho. Nada tuviera razón de ser si no existiera el opuesto que lo complementa, ¿cómo pudiera existir el bien si se desconociera el mal? Además, el mal propiamente dicho no es malo y se hace malo en la medida en que se utilice, el mal es el reconocimiento al bien.
El amor mismo puede transmutarse en odio y viceversa, las cosas fuertes pueden tornarse débiles y lo frío en caliente; lo que hay que hacer es polarizar. Una persona perezosa puede hacerse activa si polariza cuidadosamente a lo largo de la línea pereza-actividad llegando a un estado de energía a través de líneas de conducta contrarias.
La práctica de este principio permite comprender mejor los propios estados mentales así como los de los demás, permite cerciorarse de que esos estados son cuestión de grados, pudiendo elevar las vibraciones interiores con la voluntad, cambiando la polaridad y dominando esos grados en lugar de dejarse llevar por ellos.