En la actualidad muchas personas padecen los llamados trastornos obsesivos.
Todos hemos tenido en algún momento de nuestras vidas, alguna idea obsesiva.
Frente a una idea obsesiva, se intenta suprimir estos pensamientos mediante otras ideas o actividades. Por ejemplo, alguien al salir de su casa, duda si ha cerrado la llave del gas, entonces comprueba una y otra vez que lo ha hecho. Esta es la típica idea obsesiva.
Pero las obsesiones van más allá de este estereotipo.
Las personas suelen decir, “veo que esto que me pasa no está bien, pero no puedo controlarlo”. Las ideas obsesivas nos llaman la atención por su carácter.
Son ideas persistentes que provocan ansiedad y malestar. Se viven como algo fuera de control: “no puedo dejar de pensar en él”, “no puedo cortar con mi trabajo”, etc.
Frente a estas ideas, se ejercen actos que tienen como meta, aliviar la ansiedad que genera dicha obsesión.
La obsesión puede jugarse con el trabajo, con una pareja, con un hijo, con el sexo.
A veces tenemos la creencia que si hacemos determinada cosa, nos generará un alivio.
Una mujer tenía la creencia que si hablaba con su marido, cuatro veces por día, él le confirmaba su fidelidad. Un hombre se realizaba chequeos médicos frecuentemente porque estaba obsesionado con tener alguna enfermedad. Otra mujer no podía dejar de pensar en el hombre que le interesaba no pudiendo concentrarse, a veces en su trabajo.
A veces tenemos la creencia que si estamos con una persona, nuestro malestar desaparecerá, que si ingerimos tal sustancia es la única manera con la cual podemos obtener placer, que si estudiamos sin parar nos irá mejor en un examen.
Las obsesiones pueden tener múltiples formas. A veces son difíciles de modificar. Muchas personas son tratadas con fármacos que acompañan un proceso terapéutico.
Lo que debemos tener presente es que ellas generalmente encubren otras cosas a un nivel más profundo. De alguna manera, las obsesiones nos “entretienen” focalizando en algo, para no pensar en un conflicto que se juega en otra área de nuestra vida.
Muchas veces la obsesión viene a ocupar un lugar, a llenar un vacío. Generan cierto beneficio, aún con el sufrimiento de la persona.
Escuchamos frecuentemente que alguien ante la tristeza diga “después de lo que me paso, me dediqué totalmente al trabajo, para no pensar”.
Es interesante ver, que cosas nos tienen tan entretenidos, que no nos dejan ver, apreciar e interesarnos en otros aspectos de nuestras vidas.
Reconocer el padecimiento, es el primer paso. Después ver la carencia que ocultan, de alguna manera, dichas obsesiones, muchas veces. Y a partir de ahí empezar a construir algo nuevo. Empezar a diversificar los intereses y repartirlos en otras áreas de nuestras vidas.
Ya Freud mencionaba en uno de sus textos más importantes, esta idea de no esperar satisfacernos solo con una cosa: “Así como el comerciante precavido evita invertir todo su capital en un solo lugar, podría decirse que la sabiduría de la vida aconseja no esperar toda satisfacción de una aspiración única”.
Si hay una obsesión, cualquiera que sea, algo está indicando. Es importante empezar a reflexionar acerca de ella y ver qué nos está pasando. Qué nos hace falta, qué estamos deseando, que no tiene que ver con las personas o con las situaciones, sino con la relación con uno mismo.
por Lic. Mariana Gilbert