Un altar, un cuerpo relajado y la adecuada respiración nos llevarán a adentrarnos en el bello universo que habita dentro de nuestros corazones
La meditación es el camino más directo hacia Dios, porque es el momento en que nos concentramos para tener comunicación con Él y con el cosmos, que es nuestro propio corazón.
Por medio de ella nos ponemos en contacto con todo lo que nos rodea, para tener sensibilidad y la energía necesarias para poderlas dominar dentro de nosotros y después poder compartirlas.
Eso es a grandes rasgos ya que existen diferentes tipos de meditación que podemos desarrollar dependiendo de lo que necesitemos.
Por ejemplo, está la meditación profunda que nos ayuda a sacar algún sentimiento o pensamiento, pero también hay otras que nos sirven para sacar las tensiones que invaden nuestra cabeza durante el día.
Además, la meditación también funciona para asimilar o rechazar energías que han sido mandadas hacia nosotros, así como para enviar amor a donde sintamos que se necesita, como a nuestra Madre Tierra.
En este material lo que presentamos es una serie de sencillos ejercicios para lograr una mejor concentración y dominio de nuestro cuerpo físico, por lo que pueden ser practicados tanto por quienes desean empezar a meditar como para quienes ya lo hacen como parte de su disciplina espiritual.
Un altar hacia el universo
Lo primero que se debe tener para iniciar es un altar, el cual funcionará como una representación del universo en nuestro propio hogar, al mismo tiempo que será una especie de antena energética que nos nutrirá y protegerá durante nuestros ejercicios.
Lo ideal es tener una mesa de madera que podemos cubrir con una tela de color azul o dorado que nos parezca realmente hermosa.
Una vez cubierta, podremos colocarle en cada esquina a alguno de los representantes de los cuatro elementos, Agua, Tierra, Fuego, Aire, que son los que tienen el control y la armonización en el cosmos.
Para simbolizar a los hermanos del agua se puede poner este líquido en un recipiente de vidrio transparente o de madera.
En cuanto a la tierra podemos seleccionar entre colocar en la esquina alguna piedra, flores o una maceta.
Para el fuego haremos uso de una veladora o vela, y en el caso del aire podemos usar una varita o cono de incienso que evocará esta sutil esencia, aunque también podemos usar un atomizador con alguna fragancia agradable.
Es muy importante que al hacerlo se le pida a cada uno que nos den la fuerza necesaria para la meditación y que nos ayuden para que el altar funcione como una pirámide receptora de energía.
Una vez programadas las cuatro esquinas, en el centro pondremos un cristal de cuarzo, que no sea pulido, el cual debemos programar para lo que necesitemos que desarrolle en el altar.
Es deseable, además, que todos los componentes de nuestro altar reciban primero un baño ligero de aceite, de la energía de alguna planta o árbol, por ejemplo de sándalo.
Para finalizar, abajo de la mesa tenemos que meter un manto o tela en el que hayamos puesto nuestras bendiciones, ya que funcionará como protección del altar.
La razón de colocarlo es para evitar que haya una fuga de energía, porque cuando ésta se recibe baja, choca con él y no se puede desviar o salir a ningún lado, sino que se queda dentro del campo que abarca nuestro altar.
La mejor posición
Es preciso mencionar que para meditar debemos usar ropa limpia y claro, aunque lo ideal es hacerlo con las menor cantidad de prendas posibles.
En el caso de los pies, es necesario tenerlos descubiertos por completo o si hace frío ponernos calcetines de algodón.
El asiento que escojamos debe ser duro. Así que por eso no es bueno tratar de meditar en la cama, que nos desbalancearía.
Debemos de estar sentados y colocar la columna vertebral lo más recta posible, pero con el pecho y los glúteos hacia fuera, formando una especie de arco, lo cual nos ayudará a no encorvar la espalda durante la meditación.
En cuanto a la posición de nuestro cuerpo, podemos decir que cómo se coloquen los pies en realidad no es tan importante como dice en algunas enseñanzas, porque en el momento de la meditación el izquierdo y el derecho se complementan y se hacen uno sólo.
En realidad la razón por la que se ha privilegiado la posición de loto es porque con ella se logra contar con una posición adecuada de la columna para recibir energía, pero no por la forma en que se ponen las extremidades.
Los pies, por tanto, pueden ponerse de tal forma que nos sintamos cómodos, lo único que debemos de evitar es colocarlos orientados hacia el piso o tocándolo, porque de esa forma no van a recibir la energía que deben.
La importancia de los chakras
El primer paso que daremos es tomar conciencia de nuestros siete chakras para que así dejemos que entre la energía por medio de ellos, éstos son el de la coronilla, del centro de la frente, la garganta, el corazón, el estómago, el plexo solar, los órganos sexuales y el cóccix.
La mejor forma de activar los chakras antes de una meditación es pasarles cerca la llama de nuestra veladora, pero con el cuidado de no quemarnos porque pasará lo contrario y se cerrarán.
Los chakras deben de estar completamente abiertos antes de una meditación porque si no será imposible que logremos el estado de concentración necesario para tener un buena meditación.
Después de ese paso lo más importante es la respiración, que verificaremos al tomar conciencia del plexo solar.
Esta parte del cuerpo será la que reciba el oxígeno necesario para hacerlo llegar hasta todo nuestro cuerpo y que lo deje completamente limpio.
Respiración igual a concentración
La respiración, como se mencionó, es vital para logra tener una buena meditación, pero la mejor forma de hacerlo es por medio del diafragma.
La razón es que con la respiración diafragmática logramos equilibrarnos y relajarnos, mientras que con la normal sólo entramos en un estado de adormecimiento.
Un buen ejercicio para el plexo solar es hacer inhalaciones y exhalaciones sólo con esta parte del cuerpo. Intentemos que entre y salga el aire para que así se empiece a abrir.
Ya que lo dominemos veremos que al contener la respiración llenamos el cuerpo de energía, entonces el plexo solar ya estará lo suficientemente grande para que pueda abrirse y cerrarse como se necesite.
Por ejemplo, podemos contar hasta el número 10 y echar el aire en el menor tiempo posible, es decir, tomarlo en 10 cuentas, retenerlo y echarlo en tres.
Posteriormente se debe ir reduciendo el tiempo de inhalación y aumentando el de la exhalación e irlo alternando.
Es decir, ahora se tomará el aire en cuatro tiempos y se exhalará en siete, luego en tres y se echará en 10, después en 15 y 30 cuentas.
El propósito de inhalar con un mayor número de cuentas y exhalar en pocas es para tomar mucha energía y sacar sólo el elemento aire sin dejar salir esa energía.
Después, cuando se inhala en menos tiempos y se exhala en varias cuentas, es para que esa energía que dejamos dentro recoja y limpie lo que tenemos negativo en nuestro interior y expulsarlo con la exhalación.
Ya que hayamos logrado un ritmo regular en la respiración debemos mantenerlo en la forma que nuestro cuerpo nos lo marque.
Lograr este equilibrio significa que ya hemos dominado el canal de la respiración... podemos pasar al siguiente paso.
Preparemos nuestro cuerpo
Antes de empezar a movernos, iniciamos por imaginar que nuestra columna vertebral es una vara de poder y de energía.
Enseguida movemos la cintura, ponemos los brazos arriba de los hombros, cerca del cuello, y hacemos flexiones hacia los lados en los que sintamos que la columna e mueve a los costados para que las vértebras puedan acomodarse y dejen libre paso a la energía que va a llegar.
Se hará este ejercicio hasta que se sienta que la columna pierde su rigidez.
Después se continuará con una serie de movimientos giratorios del tronco, levantando los brazos flexionados a los costados y colocando las manos frente al pecho. Este ejercicio es para que se relajen los extremos de la columna.
Es importante también que se sienta un ritmo con el cuello, porque en él tenemos la punta o centro receptor de la energía que baja hasta el cóccix, por donde se desaloja.
Para ejercitar el cuello, debemos ponernos lo más rectos posible, pero al mismo tiempo formando una curva con la columna, tratando de poner nuestro pecho y glúteos hacia afuera.
Al tener esta postura se harán flexiones con el cuello hacia adelante para sentir cómo se empiezan a jalar todas las vértebras y los nervios, pero debemos hacerlo con cuidado, evitando los movimientos bruscos.
Las manos, igualmente, deben de relajarse y para lograrlo podemos jalar los dedos uno por uno para que se distensen los nervios. Con esto tendremos mayor recepción.
El siguiente paso será frotarlas una contra otra hasta sentir que hemos abierto su centro, lo cual será cuando en el centro de la palma inicie una especie de hormigueo.
Ahora sí estaremos preparados para iniciar con la meditación...
Meditación, un viaje al interior
Manteniendo nuestra posición recta, entrelazamos las manos con las palmas hacia el cosmos (los dedos deben quedar hacia arriba de las palmas) y las dirigimos al frente en señal de que entregamos nuestro cuerpo para que reciba esa energía necesaria.
Después se hace una ofrenda al universo, que puede ser nuestra energía, nuestro amor o cualquier cosa que sintamos.
En ese momento sentiremos cómo llega hacia nosotros la energía, cómo la absorbemos, así, debemos doblar los brazos y depositarla exactamente en el corazón.
Entonces es posible que percibamos cómo nuestro corazón se acelera por la energía recibida, lo cual será el símbolo de que se ha hecho el movimiento de la manera requerida.
Retiramos las manos del corazón, pero sintiendo siempre que nuestras manos están unidas por ligas energéticas, las cuales tomaremos y trataremos de imaginar cómo las enredamos.
Una vez que sintamos que ya nos conjugamos con ellas, la vamos a tomar para depositarla en nuestro altar.
A partir de ese instante ya podemos colocar las manos como mejor nos acomode. Lo único que se debe observar es que al momento de inhalar para recibir energía debemos de abrir las palmas, y para exhalar las cerramos y así sucesivamente.
Nuestras oraciones en ese momento deben salir del corazón, sin que pasen por la mente, él nos las mandará directamente a la boca para que las podamos repetir en voz alta o baja.
Enseguida llamamos a nuestros tres ángeles para pedirles que nos ayuden a que durante nuestra meditación no interfiera ningún tipo de energía negativa que nos pueda bloquear o afectar.
Les debemos solicitar que vigilen el camino que vamos a recorrer para que nada que no nos pertenezca entre en nuestros cuerpos.
A partir de ese momento empezaremos la real meditación, que no es otra cosa que un viaje hacia nuestro interior, que es el hogar de Dios o El Todo.
Por tal motivo es que no necesitamos de una guía externa que nos diga qué pensar o sentir, ya que nuestro corazón será nuestro propio guía.
Él nos conducirá hacia nuestros más profundos sentimientos para que los analicemos y sepamos quiénes somos en realidad y qué es lo que necesitamos.
Así será hasta que con el paso de algún tiempo en cada meditación podamos hasta encontrarnos con nuestros ángeles, con la energía real de la Naturaleza o con las respuestas a todos nuestros cuestionamientos.
Las primeras veces que lo intentemos es posible que no logremos concentrarnos por completo, pero lo importante es que no renunciemos y continuemos con nuestras prácticas.
Un consejo para poder adentrarnos más hacia donde debemos llegar es que nos concentremos en las imágenes o sucesos que nos den más felicidad, que los evoquemos, porque así tendremos la energía requerida para avanzar.
El cierre del ejercicio
Antes de dar por terminada la meditación es preciso "cerrarla", porque de lo contrario se puede sufrir un choque muy fuerte de energías en nuestro interior y se provocaría una fuga energética.
La forma de hacerlo cada uno la encuentra de manera particular, ya que es un dictado que nos llegará del corazón y que hará que movamos nuestro cuerpo físico en determinada manera.
Pero una ejemplo es pasar una de nuestras manos por cada uno de nuestros chacras, agradecerles por lo que nos dieron y pedirles que se cierren.
Es importante destacar que el tipo de ejercicios previos nos ayudará sobre todo a preparar nuestro cuerpo físico para aquietarlo y que nos permita concentrarnos siempre más.
Además, nos llevará a sensibilizarnos con la recepción y envío de energía hacia el cosmos y hacia nosotros mismos. Por ello no se puede marcar cuánto tiempo debe durar, ya que dependerá de lo que vayamos recibiendo.
Flora Rocha
Fundación Sabiduría del Corazón
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