Diariamente escucho a personas quejosas, lamentando que tenemos muchos problemas, que la vida se ha hecho inaguantable, que los jóvenes no respetan y que los viejos son unos desvergonzados.
Y yo me digo: ¿No es acaso la vida un camino largo donde encontramos escollos, baches, colinas y acantilados que debemos superar? Pero… ¿No es también un sendero donde crecen flores y donde al lado de todas las dificultades existe la belleza de vivir? Porque… luchar y vencer los inconvenientes es extraordinariamente reconfortante.
Asimismo, al tiempo que por una parte encontramos asuntos que pudieran ser difíciles de resolver, en ese mismo sendero también transita el amor, la familia, la amistad y la solidaridad humana, que son el premio y la razón de existir.
No es cierto que el presente sea peor que el ayer o que el futuro vaya a ser mejor. Sucede que las gentes actúan de forma diferente, porque como el mundo gira y rota, su sinergia y dinamismo afectan la conducta humana.
El sentido de los valores corresponde a un tiempo y un espacio determinado; por lo cual no acepto la conseja de que la gente de ayer fue mejor que la de hoy o que la de mañana será mejor que la actual, porque los conceptos de la vida y de las cosas, varían con el devenir de los acontecimientos.
No existió antes más justicia o el mundo fue mejor que hoy, sino que fue diferente. Es que nada fue más injusto que la esclavitud ni más terrible que los genocidios de la Segunda Guerra Mundial, situaciones que hoy ya no ocurren.
La extraordinaria pobreza y exclusión de la mayoría de la población, así como la inquisición en la Edad Media, fueron superiores a cualquier mal de hoy.
Lo importante es ubicarse en el presente, donde todos los días encontramos oportunidades para ser y hacer cosas buenas para nosotros y nuestros semejantes.
Nuestro mundo, siempre ha sido y será más o menos lo mismo; en el caben holgadamente el amor y el odio, el bien y el mal; a cada uno corresponde tomar la opción: la de los optimistas que ven en cada circunstancia una oportunidad para ser felices, o de los pesimistas que en todo evento encuentran una fuente de temor. Los primeros serán felices, pero los segundos perderán un precioso tiempo para disfrutar la vida, que ya jamás podrán recuperar.
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