Tenemos siempre algo por hacer, algo pendiente, algo urgente que terminar y ese es un hábito muy conocido por todos nosotros.
Es verdad que hay algunas cosas muy importantes que nos exigen determinación y rapidez, pero cuando todo lo “pendiente” se transforma en algo urgente estamos siendo controlados por eso.
Corremos y corremos tras cualquier cosa y transformamos la vida en algo “que tenemos que hacer” para obtener un resultado rápido, casi como si fuésemos a morir dentro de un rato.
¿Por qué hacemos esto? ¿Para qué?
Vivimos de impulso en impulso, haciendo cosas que no queremos, que son realmente nocivas para nosotros o que simplemente NO son verdaderamente importantes.
Por impulso vamos a comer comida chatarra, por impulso compramos algo que no necesitamos, por impulso mentimos, por impulso criticamos, por impulso respondemos con ira, por impulso continuamos con nuestras viejas adicciones, por impulso…
La pausa
Cuando establecemos una pausa previa a cometer algún abuso contra nosotros mismos (y por ende hacia los demás) todo puede cambiar.
La pausa nos hace entrar en ese espacio de consciencia que nos permite elegir y no ser “empujado” hacia algo.
La pausa es un momento para parar, respirar una sola vez y pensar nuevamente antes de hacer lo que nuestro verdadero ser no desea realmente.
La pausa es estar sin actuar, 10 o 15 segundos previos cuando nos damos cuenta de que el automatismo nos está pervirtiendo.
La pausa es un silencio pequeño antes de que nos arrepintamos de algo que “ya sabemos” no nos hace verdaderamente bien.
La pausa es una voz suave y de bajo volumen que nos acaricia para que “nos queramos” y no vayamos camino a dañarnos nuevamente.
La pausa nos permite “sentir el cuerpo”, conectarnos con nosotros mismos para ver si es realmente “una necesidad” eso a lo que estamos queriendo ir.
La pausa hace que la urgencia ya no nos controle para que tomemos más decisiones que nos hagan felices.
La pausa es una toma de consciencia y es la respuesta a muchos de nuestros problemas.
Podemos practicar LA PAUSA y con el tiempo se hará un buen hábito que nos permitirá estar más a gusto con nosotros mismos y por sobretodo no arrepentirnos de nuestros actos. Tenemos muchísimas oportunidades diarias para ponerla en práctica.
Los impulsos no van a desaparecer, pero la fuerza de la pausa va a crecer disuadiendo poco a poco el apremio.
La pausa, una herramienta simple y sin complicaciones para comenzar a ser puesta en práctica a partir de ahora.
ALICIA ORFILA –
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