En el juego de la vida, nos encontramos con éxitos y con fracasos y nos toca aprender y seguir intentando y aprendiendo. Algunos sin embargo, asumen los tropiezos como desastres sin remedio y entran en un estado de desesperanza, en el que ya nada tiene sentido
La vida humana es una sucesión de altos y bajos, de éxitos y fracasos. En ocasiones vivimos experiencias nutritivas y significativas que nos permitan alcanzar plenitud y paz, y en otras ocasiones lo que vivimos es frustración, insatisfacción y pena.
Que tengamos más experiencias positivas o negativas, depende tanto de nosotros mismo como de las circunstancias que nos rodean. Hay personas marcadas por predisposiciones bilógicas que desembocan en limitaciones físicas o mentales. También eventos sociales o políticos pueden afectar nuestro modo de vida, y hay factores psicológicos, como eventos traumáticos, que nos restan felicidad. En estas situaciones, dependiendo de nuestra personalidad, podemos luchar para superar los obstáculos o rendirnos y dejar de intentar superarnos y lograr nuestros más preciados anhelos. Este estado de desaliento se conoce como desesperanza.
La desesperanza es un estado altamente limitante pues no se basa en la realidad sino en lo que las personas consideran es una incapacidad propia para lograr lo que desean. Puede decirse que es un estado en el que se ven debilitados o extinguidos, el amor, la confianza, el entusiasmo, la alegría y la fe. Es un estado de impotencia en el que la persona se percibe atrapada, agobiada e inerme. Nietzsche, destacado filósofo, la consideraba “una enfermedad del alma”.
Desesperanza no es ni decepción ni desesperación. La decepción es la percepción de una expectativa defraudada, la desesperación es la pérdida de la paciencia y de la paz, un estado ansioso que nos lleva a mirar el futuro como amenazante. La desesperanza es una creencia de que no hay nada que hacer ni ahora, ni nunca. Es el abandono de la ambición y del riesgo. Y es justamente ese sentido absolutista, lo que le da su carácter nefasto.
En la política y en la guerra se usan estrategias para generar en los disidentes, opositores y / o enemigos, sentimientos de desmoralización, para hacerse del poder.
Es posible, sin embargo, afrontar y superar la desesperanza. Algunas recomendaciones útiles para ello, son:
- Comprenda que la desesperanza es un estado psicológico, es decir: mental y emocional, y no de una realidad tangible.
- Asuma que todo pasa y que cada día es nuevo y está lleno de posibilidades y potencialidades de logro. Hoy no es ayer.
- Busque formas creativas de abordar la situación que le preocupa o molesta.
- Apóyese en amigos y personas que tengan los recursos que usted no posea.
- Mire las situaciones de manera diferente. Búsqueles el lado positivo.
- Acepte los hechos sin evadirlos ni negarlos. El realismo brinda una perspectiva.
- Recuerde otros momentos en que parecía que no había salida y la encontró.
- Acepte con humildad, lo que no le sea posible cambiar.
- Céntrese en la solución más que en el problema.
- Busque en su experiencia, pensamientos y conductas que le hayan servido para superar situaciones similares.
- Segmente la acción. Defina una estrategia y dé un paso a la vez.
- No sufra en silencio. Busque ayuda si cree que la situación lo ha rebasado
Lo más importante aquí, es que comprenda que la gran mayoría de las veces que sufrimos, la causa no es tanto los eventos, sino los modos de interpretación que asumimos. Sus emociones no vienen de allá “afuera”, están en su mente y pueden ser modificadas o removidas de allí, si cambia sus pensamientos. Intente, vuelva a intentar, pruebe otro camino y otro momento. Y si nada funciona, acepte, y siga adelante.
http://www.gestiopolis.com/organizacion-talento-2/como-superar-la-desesperanza.htm