¿Confundido? ¿Abrumado? ¿Frustrado? Probablemente está estancado en sus proyectos y no sabe cómo retomar un rumbo para salir adelante nuevamente. Se le presentan varias alternativas y no sabe cual elegir. Todas tienen sus “pro” y sus “contra”. ¿Qué va a hacer? No es fácil tomar decisiones en un emprendimiento. Por eso es importante comprender por qué nos cuesta tanto tomar decisiones. Conozca las tres principales razones por las cuales somos indecisos y qué hacer al respecto.
¿Éste o éste? ¿Cuándo lo hago? ¿Qué hago? ¿Cómo lo hago? ¿Qué pasará si…? Son solo algunas de las preguntas que atormentan a diario a miles de emprendedores.
Aparte de crear angustias y ansiedades, el no poder tomar decisiones posterga proyectos importantes que tienen el potencial de propulsarnos hacia adelante económicamente y de satisfacer una gran demanda de personas que están esperando una respuesta a sus problemas.
¿Por qué nos cuesta tanto tomar decisiones?
El problema de la indecisión nace en la niñez. Muchos padres no entrenan a sus hijos adecuadamente para que aprendan a tomar decisiones sabias. Con las mejores intenciones, toman decisiones por sus hijos y no les explican cómo funciona el proceso mental que es necesario conocer para analizar una situación y resolverla con éxito.
Por un lado tienen temor de que sus hijos tomen decisiones equivocadas y se lastimen, y, por otro lado, consideran que es mucho más práctico tomar las decisiones por sus hijos, ya que ellos tienen más experiencia.
¡Craso error! Ni las buenas ni las malas experiencias se pueden transferir. Y queremos que nuestros hijos estén preparados para la vida con una buena cantidad de ambas bajo la manga. Tarde o temprano llegará el día en que los padres ya no podrán tomar las decisiones por ellos y no tendrán las habilidades adecuadas para enfrentar los desafíos propios del diario vivir.
Tenemos que entrenar a nuestros hijos a tomar decisiones sabiamente. Por un lado hay que darles un buen fundamento de principios de vida, para que se puedan guiar por ellos. Por otro lado, hay que tomarse el tiempo de permitirles tomar sus propias decisiones.
Es importante darles el espacio para cometer errores. En vez de reprocharlos cuando tropiezan, hay que tomarse el tiempo de enseñarles en qué se equivocaron y luego conversar con ellos cómo evitar un error la próxima vez. Así aprenderán a tomar decisiones certeras y no tendrán miedo de equivocarse a la hora de tener que tomarlas.
Si usted no tuvo la suerte de tener padres que le enseñaron a tomar decisiones y es un adulto indeciso hoy en día, le quiero enseñar cuales son las tres razones de la falta de decisión y qué hacer al respecto:
Las tres razones principales por qué no tomamos decisiones y qué puede hacer al respecto
1. Temor al fracaso
Uno de los mayores obstáculos para un emprendedor es el miedo al fracaso. Cada vez que nace una idea para un proyecto, el temor alza su cabeza fea y propone una serie de desenlaces fatales que lo desalientan.
De pronto la idea ya no es tan brillante y el emprendedor se desanima, si sigue meditando en los posibles malos resultados.
Y justamente ahí está la clave. No hay que enfocarse en una posible derrota.
Es verdad que todo negocio tiene su riesgo y es importante educarse para aprender a medirlo adecuadamente, pero jamás se podrá eliminar en su totalidad.
Por eso hay que prepararse lo mejor posible y luego dar el paso con fe, aunque sea con las rodillas temblando.
Es importante comprender que el temor es un tipo de fe, pero es una fe torcida. Cree en los malos resultados en vez de considerar un buen desenlace. Así suceden las profecías auto cumplidas. Lo que uno más teme es lo que sucederá, ya que en la Biblia dice: “Lo que un hombre piensa, tal es él.” (Proverbios 23:7).
2. Falta de ideas
Otra razón por la cual no se toman decisiones es por no saber con exactitud qué hacer.
Debido a los métodos de educación empleados en la mayoría de los establecimientos educacionales, estamos demasiado acostumbrados a seguir complacientemente las instrucciones de otros en vez de tener iniciativa y motivación propia.
¿Adónde se fue la creatividad?
El espíritu emprendedor, que yace en todo ser humano, se queda dormido mientras la mente humana se programa para seguir la agenda propuesta por los demás en forma pasiva. Éste proceso, a lo largo de los años, lleva a una pérdida en la iniciativa y la creatividad en las personas.
Es interesante la siguiente observación:
Hallmark Cards, una de las empresas productoras de tarjetas más conocidas de E.E.U.U., hizo una encuesta en los colegios con el fin de usar dibujos de niños en sus tarjetas.
Al preguntar a niños de primer grado si querían participar en el proyecto, todos levantaron las manos. En dos cursos más arriba era apenas la mitad del curso y en quinto grado solo unos 3 alumnos osaron levantar la mano al hacerse la misma pregunta.
¿Qué pasó en ese par de años?
La mayoría de los niños llegaron a creer que su aporte no sería valioso. En sus mentes, la creatividad necesaria para elaborar una tarjeta ya no estaba a su alcance.
¡Lo bueno es que la creatividad nunca se pierde! El ser humano es un creador innato, ya que fuimos hechos a la imagen de nuestro Creador.
Nuestro espíritu emprendedor, que yace dormido en nosotros, puede ser revivido. Es cosa de alimentarse con la información correcta. Esta puede provenir de libros, cursos o de mentores que nos inspiran a soñar de nuevo y a reconectarnos con ese motor creativo que Dios puso en cada uno de nosotros.
Todo ser humano tiene un sueño, tiene ideas. La mejor manera de escarbarlas de los rincones remotos de nuestra mente es en tomarse un tiempo tranquilo, lejos del mundanal ruido y de pasar tiempo con Dios y su Palabra. Así nos podemos dar la oportunidad de meditar sobre nuestro propósito en la tierra y sobre lo que queremos haber logrado al final de nuestras vidas.
3. Dejar las cosas para mañana
Es un mal hábito. Y es un engaño. El dejar las cosas para mañana nos deja con la idea de que estamos activos, ocupados en planificar algo, pero, en realidad, estamos estancados y no avanzamos.
Para vencer este mal hábito, hay que disciplinarse y obligarse a salir de su zona de confort. Cuando llega el momento para tomar acción, ¡hay que actuar!
Las personas de éxito son personas que toman acción todo el tiempo. ¿Se equivocan? Si, muchas veces. Pero avanzan, en vez de quedarse estancados en una zona de confort que los mantendrá cautivos en un nivel que es inferior a sus capacidades.
Autor: Bettina Langerfeldt