Los sentimientos tienen una importancia en nuestras vidas. Oímos decir: "Que el amor puede mover montañas". Los sentimientos no son sino “una tendencia hacia la acción”.
Toda motivación va acompañada por un sentimiento. Los sentimientos actúan realizando una especie de balance de nuestro proceder.
Incluyen gran cantidad de información y una sucesión interrumpida de evaluaciones. De esta manera, ponen en conexión el interior con el exterior, relacionan nuestras expectativas y nuestras realidades. Conectan nuestro estado fisiológico con nuestro estado mental.
Los sentimientos van realizando balances que nos pueden traer alegrías o frustración, satisfacción o miedo, entusiasmo o depresión.
Todo el proceso de la acción, la motivación, la decisión y de la ejecución, va acompañado de sus respectivos sentimientos.
Cada acción a nivel sentimental puede llevarnos a la actividad o a la pasividad; a la perseverancia o el de abandonar nuestros proyectos.
Es el estado de nuestra consciencia, que ante todo es un estado afectivo; de manera que estos sentimientos se convierten en instrumentos que nos sirven para guiar nuestras decisiones y acciones.
Los motivos que nos llevan a actuar están influenciados por nuestro estado sentimental. Cuando estamos entusiasmados somos ocurrentes y tomamos decisiones con facilidad.
Cuando estamos deprimidos nos inclinamos a dudar antes de tomar alguna decisión, vemos la vida de manera pesimista, nos inhibimos a la hora de actuar. Lo que sentimos incurre de manera directa en nuestro proceder de cada momento.
Los sentimientos nos ayudan a ir evaluando lo que va aconteciendo, lo que va sucediendo día a día.
De cierta manera, es como si nuestros sentimientos tuvieran la finalidad de informarnos de cómo va todo en nuestras vidas.
Cada persona tiene, lo que podríamos llamar, su propio estilo sentimental. Es decir una especie de esquema para responder a variadas situaciones.
De ahí que a veces cometemos un error y luego seguimos insistiendo en volver a cometerlo, como si fuésemos incapaces de aprender de ello.
Los casos de las personas que repiten, a los largo de su vida una serie de experiencias amorosas que los llevan al fracaso sentimental.
Algunos terminan creyendo que se trata de fatalidad, la verdad es que repetimos de manera inconsciente un patrón de conducta que nos lleva irremediablemente a obtener siempre los mismos resultados.
Cada personalidad suele tener un estilo de decidir preestablecido. En cierto modo, todos somos predecibles.
Diferentes factores e implicarían diferente posibilidades.
* Constitución heredada + Esquemas biológicos = Temperamento
* Temperamento + Hábitos aprendidos = Carácter
* Carácter + Comportamiento = Personalidad
De esta manera, la voluntad sería la capacidad de aceptar o rechazar una determinada
motivación, para luego tener la posibilidad de elegir y de realizar lo que se ha elegido. Pero esta posibilidad está condicionada por factores personales.
La podríamos definir como una cualidad que se posee o no se posee. Lo que existen son actos voluntarios, es decir personas que toman decisiones y actúan a voluntad. Vendría a ser un comportamiento y no una esencia volátil y etérea.
Cada uno de nosotros somos lo que, partiendo de nuestras peculiaridades, tomamos en determinado momento la decisión de actuar o no actuar. Y esta decisión consciente y voluntaria, llega a ser una decisión libre.
Se trata no sólo de tener la capacidad para decidir, además hemos de tomar una decisión clara y eficaz. Asumiendo una determinada autonomía para hacerla realidad. Finalmente convendremos perseverar en mantener la elección y realizarla.
En resumen, podemos decir que la conducta humana está determinada por dos grandes factores: por un lado están los motivos y por el otro los sentimientos.
Los motivos, por su parte, derivan de nuestras necesidades básicas, son nuestros impulsos originales. Los sentimientos, en cambio, van “comentando” la manera en que estas expectativas se hacen realidad o no.
(Realizado por Inés Estela López)