¿Eres tú de aquellas personas que siempre creen, quieren o necesitan tener la razón? ¿Que están dispuestas a todo para demostrar que tienen la razón? ¿Los demás te preguntan por qué siempre quieres tener la razón? En cualquier discusión, al final ¿siempre eres tú quien tiene la última palabra, pero ni tú ni los demás se sienten satisfechos? ¿Discutes o gritas para convencer a los demás de que tú tienes la razón? Si es así, ¿ésto te hace realmente feliz?
Este tipo de personas que siempre tienen la razón, ¿son en realidad felices? Se enojan cuando los demás no están de acuerdo con ello(a)s o con sus opiniones o creencias. Insisten en tener siempre la última palabra en cualquier situación y jamás reconocen que pueden estar equivocado(a)s.
Las personas que tienen la necesidad de tener la razón todo el tiempo, basan su autoestima en tener siempre la razón. En el fondo, creen que si los demás no están de acuerdo con ello(a)s, entonces no son valioso(a)s o digno(a)s de amor. Desesperadamente necesitan, inconscientemente, que los demás estén de acuerdo con ello(a)s para sentirse bien, lo cual de cualquier manera nunca logran, ya que nuestro bienestar siempre viene de dentro de nosotro(a)s mismo(a)s.
El siempre querer tener la razón es una forma de violencia o agresión, ya que este patrón generalmente termina con un “perdedor” y un “ganador”, y los efectos son similares a aquéllos del abuso físico. La sumisión de la otra parte es inevitable. De hecho, este tipo de actitud es también considerada una forma de abuso emocional. Un padre o madre así, es particularmente dañino(a) para sus hijos, porque el(la) niño(a) aprende a sentirse el “perdedor” y que sus opiniones no son válidas o importantes. Este tipo de actitud es un reflejo directo de una baja autoestima. Y desafortunadamente la baja autoestima de los padres afecta el desarrollo de una autoestima sana en los hijos.
El que los padres siempre quieran tener la razón es un comportamiento particularmente dañino, ya que trae consigo una situación de enojo dentro del ambiente del hogar. Cuando un padre, a través de siempre querer tener la razón, trata de probar su valor, al mismo tiempo está robando un sentido fuerte de valor a sus hijos.
También encontramos muy frecuentemente este tipo de actitud en jefes y propietarios de negocios. Desafortunadamente, este comportamiento crea ambientes de deslealtad, deshonestidad, falta de cooperación, ineficiencia y rotación de personal en las empresas.
Si eres de este tipo de personas, no comiences a criticarte y a sentirte mal, porque eso no te va a llevar a ninguna parte. Lo que sí puedes hacer es comenzar a trabajar en ello. Recuerda que tú eres una persona maravillosa con muchas cualidades positivas, y que siempre tienes la oportunidad, en cualquier momento, de elegir ser diferente. Empieza por recordarte a ti mismo(a) de tu valor intrínseco como ser humano. Cuando estés en medio de una discusión o desacuerdo, trata de imaginar cómo sería ese conflicto si el resultado no fuera importante. Comienza por permitir a otros manifestar y defender su punto de vista, aunque sea diferente al tuyo, sin tener que lastimar los sentimientos de los demás.
Pregúntate: ¿Cómo sería mi vida si fuera amado(a), aceptado(a) y respetado(a), en lugar de “tener la razón”? Trata de considerar las opiniones de los demás como igualmente valiosas. Esto no significa que debes estar de acuerdo con los demás siempre, sólo di: ”Sí, yo creo que tus puntos de vista son tan valiosos como los míos”. Te aseguro que con esta actitud vivirás más en paz. Podrías también intentar terminar una discusión con la siguiente frase: “Bien, no estoy de acuerdo con tu punto de vista, pero puedo aceptarlo”, o “Puedo ver tu punto de vista y entiendo tu posición.” ¡Inténtalo, y verás los resultados!
En cualquier relación, si hay alguien que siempre tiene que tener la razón, podemos apostar que habrá problemas. No es necesario ser adivino para saber que cuando una persona está determinada a ganar todos los argumentos o desacuerdos a toda costa, cualquier relación será dañada, ya que esta actitud interfiere con una comunicación sana, con un proceso compartido de toma de decisiones, destruye la autoestima y la confianza de la otra parte, y evita la igualdad en una relación. ¿Y a dónde lleva todo ésto en una relación?
Te quiero hacer una pregunta: ¿Qué prefieres: ser feliz o tener la razón? Esta pregunta implica que no puedes estar concentrado(a) en tener la razón, y al mismo tiempo tener relaciones sanas con los demás.
Una buena comunicación en cualquier relación, depende de que ambas partes se sientan seguras para expresar sus propios puntos de vista individuales, sin ser criticado(a)s o menospreciado(a)s. Si una persona no respeta las opiniones de la otra persona, no será posible una comunicación verdadera.
Una comunicación sana es un proceso de dos vías, ya que involucra la capacidad de escuchar al otro sin interrumpir o decirle que está mal. Cuando alguien tiene buenas habilidades de comunicación, puede escuchar al otro y mostrar respeto por sus puntos de vista expresados, aún cuando no esté de acuerdo con ellos.
De acuerdo con Epictetus: ”Tenemos dos oídos y una boca para que podamos escuchar lo doble de lo que hablamos”. Al escuchar atentamente y con un sentido de curiosidad, podemos permanecer abierto(a)s a la otra persona, mientras continuamos aprendiendo más acerca de ellos. Pero primero tenemos que comprender que no tenemos todas las respuestas correctas a todo. Nadie las tiene. ” El primer paso hacia el conocimiento es saber que somos ignorantes.”
Es arrogante para cualquier persona el pensar que sus opiniones siempres son las correctas. Es arrogante pensar que no hay valor en escuchar a los demás y en abrirnos a nuevos puntos de vista y acercamientos. Es arrogante humillar a otros sólo porque difieren de nuestra manera de pensar. ¿No lo crees así?
Cuando demandas que los demás admitan que tú tienes la razón y que ellos están equivocados, estás demostrando tus propias limitaciones e inseguridades. Cuando juzgas a los demás, no los estás definiendo a ello(a)s, te estás definiendo a ti mismo(a).
Una de las características de la inteligencia es aceptar que hay cosas que no sabemos y comprender que siempre hay mucho más por aprender. La madurez emocional se demuestra siendo capaces de admitir cuando estamos equivocado(a)s, que no tenemos todas las respuestas, y saber que a veces es necesario disculparnos.
No se puede lograr intimidad y confianza cuando estás enfocado(a) en ganar cada discusión y probar que la otra persona está equivocada. En una relación sana, ambos individuos se pueden sentir seguros de expresar sus sentimientos y pensamientos reales. Ciertamente es posible estar en desacuerdo sin ser grosero(a) y sin requerir que la otra persona admita que tú tienes la razón.
Al demostrar respeto por los puntos de vista de los demás, profundizas la confianza en la relación. Al dejar ir tu necesidad de siempre tener la razón o “ganar”, aumentas enormemente tus oportunidades de crear y sostener una relación satisfactoria.
La mejor cualidad que un ser humano puede poseer es la tolerancia. Es lo que nos permite ver las cosas desde el punto de vista de la otra persona. Es la generosidad que concede a los demás el derecho a tener sus propias peculiaridades. Es la grandeza que nos permite dejar que la gente sea feliz a su manera. La persona que puede respetar y tolerar a los demás, es capaz de crear relaciones en donde ambas partes ganen, en donde la comunicación y la confianza pueden crecer segura y libremente. Si quieres ser feliz, deja ir la lucha y la tensión sobre quién tiene la razón y enfócate en lo que es más importante, en profundizar los sentimientos de amor, confianza y satisfacción en tus relaciones.
“Más vale ser feliz que tener la razón”
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