Por Mauricio Rubiano Carreño
En cuanto se refiere a lo que los guía, hay dos tipos de seres humanos: 1) los que viven según los criterios del mundo y 2) los que viven según principios espirituales.
Los primeros se guían según fingimientos, indirectas, simulación, tapujos, el “arte” de disimular… No son capaces de decir las cosas como son: las hacen aparecer a los demás, pero en forma disimulada, indirecta, con engaño. Y si alguien les pregunta: «¿Lo está diciendo por mí?» ellos responden soterradamente: «¡Nooo! Yo solo lo digo por decir…; es que hay personas que son así», y de esa manera huyen de la confrontación, escapándose cobardemente… Como se puede ver, no dicen la verdad, son hipócritas y son cobardes.
Y, basados en estos criterios de vida, se mantienen hiriendo a los demás, amargando las relaciones familiares, laborales y sociales, y amargándose ellos mismos… Predican el amor, la paz y el bien, pero sus verdaderas intenciones son siempre herir, ofender, corregir a los demás (sin pensar en sus propios defectos), “castigar” (se creen con ese derecho) a todos…
Y a todo esto lo llaman “astucia”, “inteligencia” u otros apelativos para hacer aparecer como buena esa conducta.
Sienten que todos les “echan indirectas” —pues ellos mismos las usan constantemente—, y contestan esos supuestos ataques con un veneno verdaderamente ponzoñoso…
Son personas cuyos criterios de vida no son la tolerancia, la convivencia, el respeto ni, mucho menos, la paz, la alegría, el afecto, el cariño… Pero predican estos mismos valores como si los vivieran…
El segundo grupo es el de los seres humanos que guían sus vidas según criterios espirituales.
Son personas que procuran siempre el bien, aunque a veces se equivocan, como todo ser humano; nunca dicen nada con malicia; si los ofenden, no buscan cómo contraatacar, “quitándose la espinita”; si han de decir algo no buscan subterfugios para hacerlo; muestran estimación por quienes la tienen. En fin: son sinceros, sin ser groseros.
Y no son “interesados” como quienes tratan a los demás únicamente para sacar algún provecho de esas relaciones.
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