El Tártaro es un lugar de tormento y sufrimiento eternos, parecido al Infierno del Cristianismo y al Inframundo de las religiones paganas. Es la región más profunda de la Tierra, creada a partir del Caos junto con las otras entidades elementales que dieron lugar al nacimiento del mundo.
En la antigua Grecia, la mitología creaba mundos y dioses para explicar todo aquello que le rodeaba. El mito del Tártaro es otra más de estas leyendas, que intentaba explicar el mundo desde su perspectiva. El Tártaro es tanto una deidad como un lugar del inframundo, un lugar más profundo que incluso el propio Hades. Para antiguas fuentes órficas y las escuelas histéricas es también la “cosa” ilimitada que existió primero, de la cual nacieron la luz y el cosmos.
Hesíodo cuenta que Tártaro era hijo de Éter y Gea, y padre de Tifón y Equidna. También asegura que un yunque de bronce caerá desde el cielo durante nueve días hasta alcanzar la tierra, y que ese yunque tardara otros nueve días más hasta llegar al Tártaro. Esto se debe a que está a tanta profundidad por debajo de la superficie, que tardaría lo mismo en llegar desde el cielo a la tierra, que desde la tierra a ese lugar maldito.
En el libro de Homero, la Ilíada, Zeus dice que este lugar está “abajo del Hades como el cielo está de alto sobre la tierra”. Debido a que un lugar que esta tan alejado del calor del sol y tan profundo en el tierra, está rodeado por tres capas de noche. Estas capas rodean un muro de bronce que a su vez abarca el Tártaro. Es un pozo húmedo, frío y tenebroso.
Dentro de esta mitología también está el Hades, pero no es el mismo lugar o no se hace referencia al mismo lugar cuando utilizamos el término Tártaro. El Hades es el lugar de los muertos, en tanto que el Tártaro tiene además una serie de habitantes. Cuando Cronos, el Titán reinante, tomó el poder, encerró a los Cíclopes aquí, en el Tártaro. Así que en este lugar era como una especie de cárcel donde los dioses enviaban a sus enemigos. Entre algunas de las celebridades mitológicas estuvieron encerrados allí abajo encontramos a Atlas, Crono, Epimeteo, Metis, Menecio y Prometeo. Pero esta no era una cárcel cualquiera; los prisioneros estaba vigilados por gigantes, cada uno con 50 enormes cabezas y 100 fuertes brazos, llamados Hecatónquiros.
En mitologías posteriores, el Tártaro se convirtió en un lugar de castigo. Radamantis, Éaco y Minos eran los jueces de los muertos y decidían quiénes iban al Tártaro. Radamantis juzgaba las almas asiáticas, Éaco las europeas y Minos tenía el voto decisivo y juzgaba a los griegos.
Así, desde la época de los griegos hasta hoy día, el Tártaro ha ido modificando su composición y forma. Pero sí que es cierto que siempre ha supuesto un lugar sobrio, oscuro y muy poco apetecible para su habitabilidad.