Cuando pequeños, tendemos a asustarnos con sólo pensar acerca del infierno. Creemos que se trata de un lugar terrorífico que está en alguna parte. Vamos creciendo y vivimos la vida arrastrando un sin fin de equívocos. Distorsiones e ideas preconcebidas acerca de cómo son las cosas y los seres nos mantienen andando por un camino que conduce siempre a alguna forma de sufrimiento.
Seguimos creciendo, y aunque parezca mentira, continuamos pensando que el infierno es un lugar aterrador. El asunto no está del todo claro, por el contrario, es bastante “oscuro” y no pensamos demasiado en eso, pero cuando nos toca, a pesar de nuestros estudios, logros, dinero, prestigio, realizaciones y todo lo demás, seguimos atemorizados pensando que como que está en alguna parte.
Así transcurre la vida de la mayoría de los seres humanos. Sin embargo, también existe una minoría que en algún momento se pregunta o despierta al escuchar… ¿Y qué si no necesitamos ni movernos para encontrarlo? ¿Y qué si no se trata de un lugar en alguna parte sino de una experiencia interior? ¿Y qué si no se trata de un lugar allá afuera sino aquí dentro de nuestra propia mente?
Al no querer aceptar la experiencia –la que sea- tal cual se está presentando, esa no-aceptación se transforma en agresión, y lo que comienza siendo tan sólo algo que sucede, termina convirtiéndose en una experiencia infernal. Claro que hay muchos tipos diferentes de infiernos, tan numerosos como los mismos seres, infinitos, porque cada uno tiene sus propios matices, su “estilo” de sufrimiento.
También sucede que cuando escuchamos la palabra infierno tendemos a pensar en una experiencia extrema, pero estos diferentes tipos de infiernos hacen referencia tanto a los estilos como a los niveles de intensidad con lo que se vive una determinada experiencia. Así tenemos que lo que llamamos un simple desagrado, una incomodidad o un malestar “aparentemente motivado” por ejemplo por una diferencia de opiniones, por una cola en el tráfico, por un retraso en una cita, por una gota que ensució mi camisa, por un dolor físico, en fin, por lo que sea dentro de nuestra común y corriente forma de vivir la vida, constituyen (no en sí mismas sino debido a nuestra forma de abordar cada una de las circunstancias) diferentes tipos de experiencias infernales.
La experiencia infernal surge de una elemental agresión. Agresión es lo opuesto a paciencia. La agresión es una opción. Paciencia es también una opción. En el contexto budista, paciencia tienen una connotación diferente a la que conocemos en occidente.
Paciencia, nos dicen las enseñanzas, implica tener la apropiada relación o xxxxxx con la situación tal cual es y usted se sabe y se acepta como parte de la situación y no separado de ella. El estudio y la práctica de la meditación propician una “repotenciación” de la experiencia ordinaria al valorar todo lo que sucede. Si cada experiencia me plantea una opción y dependiendo de la opción que yo escoja voy a vivir la experiencia como “cielo” o como “infierno”, entonces tengo que prestarle más atención a mi forma de pensar, de hablar y de actuar. Allí es precisamente donde nos ayuda la meditación.
http://www.caracasktc.org/home/index.php?option=com_content&view=article&id=83&Itemid=119un beso y una linda sonrisa