Todo depende de la forma en que nos consideramos y la percepción que tengamos del mundo y de nosotros mismos.
Para establecer nuestros límites, debemos indagar primero de que estamos hechos.
Si comenzamos por el cuerpo físico, encontraremos las fronteras muy fácilmente ya que la realidad física esta relacionada con las características de la materia y de nuestra percepción ordinaria, dependiente de la estrecha información aportada por los sentidos y de la interpretación que hace la mente en función del nivel de comprensión y el grado de apertura que tenga.
Quizás parezca complicado, pero lo cierto es que cuando tienes la conciencia del tamaño de una patata, todo lo que percibes tiene la forma y el tamaño de una patata y cuando miras a tu alrededor lo que ves, con toda seguridad, son patatas y aunque estés harto ya de ver patatas por todas partes, si no expandes tu conciencia y cambias tu percepción, el mundo entero, incluido tu ser, tendrá siempre la forma de una patata.
Al identificarnos solo con el cuerpo físico, la realidad que se crea es solo física y material, confinada a la forma que adopta la conciencia (en este caso identificada solo con objetos físicos e individuos aislados y acostumbrada a toparse con los límites impuestos por las leyes físicas). La mente se reconoce a si misma únicamente a través de objetos y del reflejo de las cosas.
De esta manera no se puede ver más lejos que la propia nariz ni atravesar la barrera de la piel. Para algunos que osan ir más lejos, los límites llegan hasta la ropa y la imagen.
Pero si puedes expandir tu conciencia, entonces cuando mires verás un mundo diferente, amplio y luminoso, con más información, más energía disponible y más posibilidades.
Existe un océano de energía, pura y vibrante, dentro de cada uno. Este mar de infinitas posibilidades es la conciencia.
La fuente original, de donde surgen la mente y la materia.
Esta no parece una afirmación muy científica, sin embargo a principios del siglo pasado, el célebre Max Planck decía:
“No existe la materia como tal. Toda la materia se origina y existe solo por virtud de una fuerza a cual hace que el átomo vibre y que el diminuto sistema solar del átomo se mantenga unido. Debemos asumir que detrás de esta fuerza existe una mente inteligente y consciente. Esta mente es la matriz de toda la materia”.
Pero incluso a pesar de las evidencias científicas y de las enseñanzas espirituales ancestrales, que nos dicen que el mundo tal como lo experimentamos es una ilusión, en nuestra experiencia cotidiana la solidez del mundo parece totalmente incuestionable.
Podemos tocar, sentir, atrapar, acumular, perder, experimentar placer y dolor, entonces la realidad que percibimos nos parece objetiva y concreta, inmutable.
Y por supuesto, nuestro cuerpo también nos parece sólido y fijo, incluyendo límites y condicionamientos.
Sin embargo la física moderna ha demostrado que esta solidez es una ilusión. Todo lo que percibimos como materia sólida es el resultado de una frecuencia. La materia, y nuestro cuerpo, parecen sólidos debido a su manera de vibrar y a la forma en que se enlazan sus moléculas, pero si amplificamos esta frecuencia, la estructura cambiará.
Además, no podemos considerar a la materia sin tener en cuenta a la energía, visto que son lo mismo (por eso son equivalentes).
Veamos brevemente el punto de vista de la ciencia.
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