Tu cuerpo te acompañará todos los años que estés vivo.
Somos responsables de él.
Para llegar a tener un envejecimiento saludable, y una vida relativamente sencilla, hemos de cuidar de nuestro cuerpo todos los días.
Conocer nuestras limitaciones físicas, los alimentos que mejor nos sientan, la cantidad de agua que hemos de tomar, son claves para llegar a tener un estado de salud física óptimo.
Los niños suelen comer cuando tienen hambre, dormir cuando tienen sueño, llorar si les duele algo, o correr y jugar si les apetece.
Se puede decir, que escuchan más a su cuerpo. Que tienen una mayor conexión con él.
Luego, cuando crecemos, llegan las obligaciones y las responsabilidades, y dejamos de hacerle caso a nuestro cuerpo.
Si tenemos hambre y estamos en el trabajo, no comemos: - Cuando llegue a casa – decimos.
Aunque estemos muy cansados, seguimos viendo la televisión o haciendo otras tareas “obligatorias” para el día siguiente: - Ya dormiré el fin de semana – pensamos.
Cuantas veces, hemos obviado un dolor de cabeza (o un dolor en cualquier otra parte del cuerpo): - Ya se me pasará - repetimos.
Tenemos que aprender a cuidar de nosotros mismos.
Conocernos tanto a nivel emocional y mental, como físico.
Si escuchamos todos los días a nuestro cuerpo, le hacemos caso, comemos, bebemos, descansamos, nos movemos, cuando realmente lo necesitamos, podremos cuidar del cuerpo sin mucho esfuerzo.
Hay muchas cosas que hacemos o alimentos que tomamos, que en realidad no nos hacen falta.
Es nuestra mente la que nos habla, y no las necesidades reales del cuerpo.
Por ejemplo, cuando te levantas por la mañana y tomas un café (y luego tal vez otro y otro), piensas: “Sin el café de la mañana no puedo hacer nada”.
Lo cierto es que sí puedes.
Cuando eras pequeño o pequeña, te levantabas, desayunabas e ibas al colegio, jugabas todo el día, corrías, estudiabas… y no tomabas café.
Tal vez digas: - Ya, pero es que yo era un niño y tenía más energía…
Claro, que tenías más energía. Porque escuchabas más a tu cuerpo (y seguramente a los adultos que te cuidaban, que te mandaban pronto a la cama y no te dejaban beber cafeína).
Dormías mejor (más horas también), comías y bebías mejor, hacías más ejercicio físico… Hacías caso a tu cuerpo y a los consejos de los mayores.
Esos consejos, que cuando crecemos, dejamos de lado…
Vuelve a escuchar a tu cuerpo.
http://creerenpositivo.blogspot.com.ar/search/label/Vida%20Sana