Siéntate tranquilamente en un lugar cómodo, sin ruido y con poca luz.
Cierra los ojos y centra tu atención en la respiración.
Nota como el aire entra y sale de tu cuerpo, sin que tengas que hacer tú nada para que ocurra.
Siente que todo es así de sencillo. No tienes que hacer esfuerzos por respirar. Tan solo lo haces.
La mayor parte del tiempo, no te das cuenta de tu respiración y sin embargo es fundamental para que sigas viva.
Ahora, céntrate en tu cuerpo.
Primero visualiza tus pies. Obsérvalos como si no formaran parte de tu cuerpo.
Siente cualquier tensión o pequeño dolor que tengas en ellos, y di para ti: “No pasa nada. Todo está bien. Voy a cuidar de vosotros”.
Focaliza ahora tu atención en tus piernas y localiza cualquier molestia que tengas.
Repite para ti: “Todo va a salir bien. El camino está libre. Voy a cuidar de vosotras”.
Tu respiración se ha hecho cada vez más lenta y tranquila.
Ahora, visualiza tus caderas. Detecta cualquier dolencia que tengas en ellas, y di para ti: “Soy capaz de hacer lo que me proponga. Todo está bien”.
Dirígete a tus manos. Recuerda cuanta carga las hace soportar a lo largo del día, y nota las molestias que tengas. Repite en silencio: “La vida es maravillosa. Soy una persona sana. Todo está bien”.
Visualiza tus brazos y hombros. Siente las tensiones acumuladas en esa parte de tu cuerpo. Con cada respiración te relajas más y más. Di para ti: “No pasa nada. Todo está bien. Voy a cuidar de vosotros”.
Centra tu atención en tu pecho y espalda. Recuerda las veces que has sobrecargado esa zona sin necesidad. Repite: “Todo es ligero. La vida me sonríe y todo es perfecto en este momento”.
Cada vez estás más y más tranquilo.
Observa tu cuello. Mueve un poco la cabeza de un lado a otro, muy despacio. Nota como las tensiones se van diluyendo poco a poco y di para ti: “Todo va a salir bien. Voy a cuidar de ti”.
Por último céntrate en tu cabeza. Nota si tienes molestias en la mandíbula, en los oídos, en la zona de la nariz, en los ojos, en la frente o en el cuero cabelludo. Respira profundamente sin prisa. Y repite para ti: “Todo está bien. Voy a prestaros más atención. No pasa nada. La vida es maravillosa y sencilla”.
Cuándo termines, continúa en la silla un rato sin moverte. Abre los ojos, y poco a poco, moviliza tu cuerpo.
Recuerda: Escucha tu cuerpo.
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