Siéntate en un lugar cómodo, donde sepas que no te van a molestar, aunque estés rodeada de gente. Puedes hacerlo en tu dormitorio, en tu cuarto de baño o en el banco de un parque.
Una vez que hayas elegido el sitio, cierra los ojos y respira tranquilamente tres veces.
Con cada respiración tu cuerpo se relaja cada vez más y más.
Céntrate en los ruidos o sonidos que te rodean. Tal vez sea el sonido de un reloj pasando los segundos, el ruido del motor de un coche o el canto de un pájaro. Haz que ese sonido te traiga al ahora, a este preciso momento.
Siente tu respiración. Observa cómo poco a poco se va haciendo más lenta y sosegada.
Ahora imagina como desde el centro de tu pecho, sale una copia exacta de ti mismo y como se sienta enfrente de ti.
Haz que esa sensación de tenerte enfrente de ti sea real. Utiliza el tiempo que consideres necesario para hacerlo.
Cuando lo hayas hecho, aún con tus ojos cerrados, observa a la persona que tienes delante. Recorre su rostro, sus gestos, su cuerpo, su forma de sentarse…
Ella también te está mirando y te sonríe.
Después de un rato mirándoos, comienza a preguntarle cómo se siente y si hay algo que le preocupa.
No dejes de mirar a tu otro yo, mientras te relata sus experiencias y sus molestias. Escúchala detenidamente y asiente con cada una de sus palabras.
La otra persona que está sentada enfrente de ti, entonces, empieza a darte las gracias por escucharla y te comienza a decir todo lo bueno que tienes y que te hace ser quién eres.
Tienes una conexión especial con aquel reflejo de ti mismo y estás seguro y protegido. Te sientes como si estuvieras con uno de tus mejores amigos.
Mírate con simpatía y comprende que esa persona que miras eres tú misma.
Dale las gracias por estar siempre ahí y dale la palabra de que tú también estarás pendiente de ella todos los días.
Recuerda: no te olvides de ti mismo, escúchate y quiérete como lo haces con los que te importan.
Si tú estás bien, los demás también lo estarán.
Respira profundamente una vez.
Imagina como la persona que está enfrente de ti, se levanta y vuelve a entrar dentro de ti, por el mismo sitio por el que salió.
Sonríe.
Abre los ojos.
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