uando nos encontramos con algo desagradable, ya sea en el exterior (como alguien que sufre) o en nuestro propio interior, en forma de pensamientos, recuerdos o emociones dolorosas, nuestra primera reacción suele ser casi siempre la huida. No queremos verlo, ni sentirlo, sino tan solo que desaparezca y no vuelva nunca más. Por desgracia, esa huida solo sirve para que nuestros propios demonios sigan persiguiéndonos sin descanso.
Y es que estas estrategias nunca son efectivas, sino que, por el contrario, causan aún más dolor y lo mantienen en el tiempo, sin que nada se resuelva. Ni la huida, ni esforzarte por no ver o no sentir, ni luchar con todas tus fuerzas para que esto tan desagradable y doloroso desaparezca, sirven de nada.
Es precisamente el camino opuesto el que te llevará hacia esa paz interior que andas buscando. Y lo cierto es que es un camino mucho más sencillo y suave, sin intensas luchas o enfrentamientos interiores. Consiste simplemente en observar lo que hay dentro de ti, sin miedo, aceptando que eso es lo que hay, observando y escuchando en silencio, sin hacer nada más que ver.
Se trata de prestar atención a lo que sientes, ser plenamente consciente de que estás sintiendo tristeza, o ira, o vergüenza, etc. En vez de hacer todo lo posible por dejar de sentirlo, lo aceptas y lo observas, porque todas esas emociones o recuerdos desagradables no desaparecen luchando contra ellos, sino mirándolos a los ojos.
Ver significa ser capaz de ser plenamente consciente de lo que hay dentro de ti.
Tal vez en un momento dado sientes una tristeza tan profunda que tienes ganas de llorar o incluso de dejar de existir. Pero que la estés sintiendo no significa que la estés viendo. Lo que estás haciendo es identificarte con ella, ser esa tristeza, inundarte de ella, de manera que la haces crecer cada vez más. No la ves, no la observas, tan solo te conviertes en uno con tu tristeza y así te inunda por completo.
Ver significa ser dos: el que siente y el que ve u observa ese sentimiento; o bien el que piensa y el que observa el pensamiento. Jamás te librarás de aquello que no ves, por mucho que lo sientas.
Por mucho que te esfuerces en no sentirlo seguirá ahí. Tu propia lucha y deseo de librarte de ello lo alimentará y lo hará más fuerte.
Por tanto, cuando sientas esa emoción que no deseas sentir o aparezca en tu mente ese recuerdo desagradable, simplemente detente y obsérvalo. Es como si le hicieras una foto y luego miraras la foto con detenimiento, centrando toda tu atención en ella plenamente. Verás entonces que empieza a perder fuerza y comienza a desvanecerse. Porque esa es la esencia de tu mente y la esencia de todo: nada permanece. Cuando observas una emoción o recuerdo y lo dejas estar, aceptas que existe y sencillamente te quedas ahí, mirándolo directamente, no puede hacer nada más que perder fuerza. Haz la prueba: imagina por ejemplo la letra A en tu mente. Cierra los ojos y centra plenamente tu atención en la A, sin juzgarla, tan solo reconociendo su existencia en tu mente, su presencia. Al principio la ves claramente, pero luego se va desdibujando, deja de tener intensidad y fuerza, e incluso puede dejar de tener sentido y se desvanece. Solo si te horroriza, si luchas contra ella y temes su aparición, la estás creando una y otra vez en tu mente, evitando que desaparezca.
Observar lo que sucede dentro de ti no solo te ayuda a tener una mayor paz mental, sino que también te ayuda a conocerte mejor. Tal vez te preguntes, ¿cómo el simple hecho de observar puede tener algún efecto? Lo cierto es que algo tan sencillo como observar aceptando el contenido de tu mente, no solo evita la huida y la lucha sin sentido, sino que hace que tu perspectiva cambie. Dejas de sentirte totalmente identificado con lo que sientes. Como decía más arriba, dejas de ser uno con tu dolor.
No obstante, solo hay un modo de entender realmente lo que sucede; y ese modo es practicar. La meditación puede ser un gran punto de partida para aprender a ver
http://motivacion.about.com/od/Espiritualidad/a/Atreverse-A-Ver-Es-El-Unico-Modo-De-Dejar-De-Sufrir.htm