Algunos de los principios originarios del universo se encuentran personificados en imágenes femeninas
En la Antigüedad, las diosas gozaban de un mayor poder que los dioses, y la admiración y devoción por ellas superaba con creces a la que se dispensaba a los dioses masculinos. Esto quedó confirmado por las pruebas encontradas en los yacimientos arqueológicos, así como por la mitología de zonas como Creta
Además, los datos obtenidos de la arqueología, de la mitología y de la lingüística también ponían de relieve que las culturas en las que se veneraba a diosas solían ser más igualitarias, menos violentas, y más preocupadas por la Tierra y la Naturaleza.
Considerar la Tierra como algo sagrado, y mantener un equilibrio entre lo masculino y lo femenino, son ideales propios de sociedades comprometidas. En religiones tan antiguas como el hinduismo y el taoísmo, la diosa, como Gran Diosa cuyo cuerpo es la Tierra, sigue teniendo una gran importancia.
La India
En las excavaciones indias de la Edad del Bronce aparecieron imágenes de dioses y de diosas, y también una figura chamánica sedente, en la postura clásica de la meditación yogui. Los hombres y las mujeres yoguis acostumbraban a meditar en la Naturaleza para alcanzar la unión cósmica. La obra de arte más común que simbolizaba esa conciencia cósmica era el “língam de Shiva”, o “língam-yoni”.
Las formas abstractas y sencillas de estas obras, basadas en los genitales femeninos y masculinos, y que aparecían juntas en la época clásica, se sirven de la unión genital como metáfora de esa unidad cósmica entre la Gran Diosa y el Gran Dios.
Estos símbolos de piedra se encuentran en pequeños santuarios y en importantes templos de la India. Shiva, también conocido como Vishnu o Indra, es el Gran Dios que, con frecuencia, se presenta vinculado con su Shakti (“energía”), su “correlativo” femenino. La unión de Shiva y Shakti da lugar a la energía a través de la cual se pone en movimiento el mundo de los seres humanos.
La Aurora y la pureza
También existen, entre las imágenes hindúes, otras que no representan esa unión, sino que simbolizan la divina realidad de la Gran Diosa. Usas, que es la Aurora y la madre de las vacas, y Saravasti, que en un principio era la diosa de la fertilidad y de los ríos y después se convirtió en la divinidad purificadora del arte, de la música y del aprendizaje, forman parte de la etapa védica, en la que se registraron en sánscrito las oraciones.
Parvati es una de las esposas de Shiva, diosa de las montañas y madre ideal que introduce en el hogar al espíritu de Shiva.
Una estrella nacida del llanto
Las bellas diosas que bailan en las mentes de los budistas no requieren de conjuros, ritos de grupo o danzas para hacer su aparición, simplemente se necesita meditar de forma adecuada. Dos de las diosas más populares de las que habitan en el panteón budista son Tara, en el Tibet, y Kuan-Yin, en China, también conocida en Japón como Kannon, provistas de muchos brazos para poder atender las múltiples necesidades de la humanidad.
Tara, que significa Estrella, se cree que nació de las lágrimas de su compañero Avalokiteshavara, y en ella está encarnada la compasión. Por su parte, Kuan-Yin proporciona un amor constante e incondicional.
La culminación de la iluminación en el budismo se consigue cuando se alcanza la armonía entre “la capacidad intuitiva femenina” de compasión, y “las habilidades lógicas masculinas”. Es una especie de Matrimonio Sagrado entre la sabiduría todopoderosa y el conocimiento de cómo resultar útil al mundo.
Generación de todo lo que existe
Uno de los primeros nombres que se conocen para la Gran Diosa es el de Gaia, que aparece en los antiguos mitos de la creación griegos. En la India recibió el nombre de Durga, y en China se la llamó Un-Wa. Animales, plantas, hombres y mujeres, el sol, la luna y las estrellas, son hijos de la Gran Diosa, de esta mujer fértil y maternal.
Pero esta diosa también tiene un carácter destructor, hay en ella una unidad de opuestos difícil de separar. Todo cuanto existe fluye de la energía irradiada por la Diosa, y vuelve a ella en el momento de la muerte. El ciclo de la Naturaleza está representado en esa continua creación y destrucción, en ese fluir que no se detiene jamás.
En la India, los templos y santuarios dedicados a Durga están hechos en roca y se construyeron pegados a la tierra, dado que ésta es su morada. Durga representa la Tierra, y su forma simbólica es la pirámide.
La Señora de los Animales
Las numerosas imágenes de animales pintadas en las cuevas del Paleolítico hacen referencia a escenas chamánicas en las que quedan atrapados los espíritus de los animales objeto de caza.
La simbólica matanza de estos animales previa a la caza garantizaba el éxito en la caza real si también se acompañaba con los ritos mágicos adecuados, en los que se pedía a los animales que entregasen su vida para que así la tribu pudiera seguir creciendo y extendiéndose; tras la caza, si ésta había sido exitosa, se realizaban sacrificios en agradecimiento a los animales.
Junto a estas pinturas también se han descubierto imágenes pintadas y esculpidas de la Gran Diosa, que es la que proporciona la vida a los animales, y que es más conocida como la Señora de los Animales, una joven divinidad. En ocasiones se la representa como guardiana y protectora de un único animal y, en otros casos, de todos los animales.
Entre las diosas más conocidas se encuentran uniones totémicas como la Mujer Araña, la Cobra Neith, el Escorpión Selket... Después se produjo un cambio de mentalidad y se separaron la diosa y el animal, dando lugar a otras uniones como Cibeles y los leones, Atenea y la lechuza o Afrodita y el cisne, que son diosas con aspecto humano que tienen junto a ellas su respectivo animal como un espíritu aliado que entrega sus poderes a la deidad.
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