Nuestro entorno social, familiar está formado por multitud de espacios y situaciones que tienen muchos puntos en común, uno de ellos es el ruido. Las personas, la comunicación personal, los ambientes de trabajo o la misma diversión pivota sobre el ruido.
Hasta parece que si no hay ruido, si no hacemos escándalo no extraemos diversión de todo en lo que participamos. Pero, es un ruido que también desencaja, que aleja de la buena comunicación en la sintonía, que distorsiona y que se convierte por su frecuencia en una carga.
Si el ruido es una carga, ¿a qué debemos aspirar? Pues a lo contrario, al silencio. El silencio crea espacios para justamente lo contrario, para el entendimiento, para la escucha activa, para relacionarnos con el medio que nos rodea como integrantes de él y para algo muy, muy importante.
Para serenarnos, para entrar en armonía y escucharnos a nosotros mismos, para escuchar nuestro yo interior con su voz propia y auténtica.
El silencio, la paz que podemos crear en serenidad, nos permitirá meditar, calmar nuestros impulsos y sentir, sentir verdaderamente. Con el silencio, se da la extraña paradoja de estar más cerca de nosotros, de nuestro palpitar biológico.
No es que escuchemos los latidos de nuestro corazón con el trasfondo del silencio, pero desde luego que sí seremos capaces de oír nuestra respiración y de entrar en sintonía con ella. Y, a partir de ahí, ser por ejemplo conscientes de cómo controlarla. Ese es uno de los beneficios del silencio. Un paso necesario para la meditación.
El silencio se nos puede antojar algo de otra época, de tiempos pretecnológicos, de ambientes bucólicos, campestres y metidos en la vorágine de una vida urbana hiperactiva, tal vez creamos que conseguir ese silencio es igual a irnos a la montaña a kilómetros del coche más cercano.
No, no es así, o no tiene por qué ser así. El silencio por raro, podemos planteárnoslo como una conquista. ¿Cómo? Buscándolo, creándolo, haciéndolo posible, haciéndolo surgir de la nada en nuestro entorno, en casa.
Una fórmula puede ser buscando ese silencio en horas de la noche cuando la ciudad entra en ese estado de letargo que atenúa los ruidos. Con ese silencio nocturno podemos dedicarnos a meditar, para echar un vistazo a nuestro día, para evaluarnos. Un tiempo detenido para nosotros en el que nos encontramos con nuestra sinceridad y el mejor sosiego.
Si su silencio nocturno no es posible, si tampoco en horas de la noche puede hacerse con ese silencio, ¿por qué no aislar una habitación de nuestra casa con algún tipo de paneles acústicos?
Tienes en el mercado corchos y otros materiales que pueden contribuir a la insonorización de una de sus habitaciones. Ellos te traerán el silencio de forma artificial para ganar en naturalidad. ¿Te atreves a crear tu silencio, a hacer brotar un estado de paz personal?
http://www.webdehogar.com/auto-ayuda/12052201.htm