Publicado en el Diario La Nación de Neiva (Huila, Colombia) el 22 de Julio de 2012.
Todo el tiempo justificamos lo que nos sucede, ignorando que nuestro mundo es una proyección, fiel copia de nuestro pensar. Heredadas o adquiridas, las creencias son prácticamente el origen de todo sufrimiento porque consolidan la estructura mental que dictamina si algo es bueno o malo, bonito o feo, permitido o censurado, verdad o falsedad, motivo de felicidad o desdicha.
Además, que mucha gente crea lo mismo, tampoco significa que sea válido. De hecho, un gran porcentaje de las convicciones colectivas no es cierto. Y en cuanto a tus creencias individuales, si analizas bien, descubres que la mayoría se basan en lo mismo: tu opinión personal. El problema radica entonces en creernos nuestras propias mentiras y reforzarlas con las ideas y juicios de los demás.
Hace algunos días fui a visitar una amiga. Al llegar a su casa, encontré un grupo de personas que no conocía. Normalmente soy muy comunicativa, pero ese día estaba muy silenciosa. Allí en la sala de su casa, varias personas entablaban una conversación acerca de robos e inseguridad entre otras cosas. Me sentí un poco incómoda con el tema y no participé mucho. A excepción de la anfitriona, nadie conocía a que me dedico.
Sin embargo, al rato me dejé contagiar y empecé también a hacer parte de la charla. En un principio, específicamente hablaban de un oficio en particular y generalizaban a todos los que lo ejercen como deshonestos y ladrones. Aunque inicialmente algo dije sobre no etiquetar, la cuestión es que ya luego le permití a mi ego que me involucrara en la conversación y mencioné uno y otro caso de personas conocidas y familiares que certificaban lo expuesto.
Toda la tarde no se habló más que de hurtos, desfalcos, atracos, agresión, etc. En fin, imaginarás la energía tan negativa con la que impregnamos el ambiente y de paso, todos los que allí estábamos. Salí sola, ya de noche, era un día entre semana, me sentía indispuesta, expuesta, nerviosa por tener que manejar en medio de la insegura ciudad en la que vivíamos después de los reiterados ejemplos que se mencionaron en ese lugar.
Y efectivamente, para corroborar todas las creencias instauradas esa tarde, en un cruce, un hombre habitante de la calle me abordó. Me pedía dinero. La luz del semáforo no cambiaba, el rojo se me hizo eterno. Me amenazó pero gracias a Dios no me sucedió nada; los ángeles me protegieron. Arranqué temblando de miedo. Claro, ¿qué más podía atraer si había estado horas creyendo, hablando y quejándome de lo mismo?
Es nuestro sistema de creencias lo que refuerza el miedo, los obstáculos y las barreras que nosotros mismos levantamos. La mente aunque popularmente se dice que nos juega sucio, es en realidad un terreno muy fértil y bendecido en el que germina cualquier cultivo bueno e incluso la misma maleza. Así que, es tiempo de transformar y purgar toda la rigidez mental en nuestros hábitos mentales. Si se cree que la vida es difícil, así se presentará, porque sencillamente devuelve todo lo que se siembra con las ideas fijas.
Las experiencias, los encuentros y todo lo que nos sucede se nos presentan como oportunidades y espejos para crecer. ¿Sabes qué los determina? Otra vez: tus creencias. Observa por ejemplo las personas que últimamente has atraído a tu vida, llámense conocidos, amigos, clientes, pacientes, vecinos, etc. ¿Qué patrones ves? (engaño, compasión, solidaridad, deslealtad, etc.), ¿qué te están enseñando?, ¿qué te están diciendo acerca de ti mismo? Y en cuanto a tus vivencias, ¿qué experiencias estás teniendo?, ¿qué creencias estás reforzando con ellas?, ¿qué estás repitiendo una y otra vez?
Si te animas, te invito a que hagas dos listas: la primera, con todas esas opiniones fijas, criterios juicios y condicionamientos que con la ayuda de los ángeles quieras depurar y eliminar. Y una segunda, con todo lo nuevo que quieres implantar. Cuando ya estés preparado, en un momento de comunión con la misericordia y el amor del Padre, invoca la asistencia de tus ángeles de la guarda y de los arcángeles Miguel, Metatrón y Jofiel.
Para empezar, pide al arcángel Miguel que te llene de valentía para desenmascarar a tu mente, confrontar a tu ego y acabar con el cuento que te has creído. Entiende que no era tu cuento, fue lo que te hicieron creer y creciste convencido de ello. Lee en voz alta tu lista y solicita a Miguel que con su espada arranque las marañas mentales que ya no sirven a tu propósito de vida.
Libérate de todo lo que no provenga del amor. En la medida en que sanes tus creencias acerca de ti mismo y de la vida, de lo que “debes” ser, cómo los demás “deben” comportarse y cómo la vida “debe” desarrollarse, tus experiencias serán diferentes. A todos nos ha dado alguna vez el arranque por querer cambiar el mundo, consideramos que tenemos que realizar algo realmente excepcional para aportar a la colectividad, nos preguntamos cuál es nuestra misión de vida, ¿qué tal si empezamos por modificar nuestro mundo personal?
Ahora invoca a Metatrón. Pídele que con su cubo sagrado purifique y depure ese campo exuberante que representa tu mente. Permite en silencio que la sanación se de, mientras visualizas la energía color verde y fucsia de este maravilloso ser de luz trabajando en tu favor.
Finalmente, invoca la ayuda del arcángel Jofiel. Esta vez, lee tu segunda lista que equivale a las semillas de amor, compasión, armonía, seguridad, abundancia, prosperidad, salud y todo lo hermoso que quieras plantar en tu mente. Si necesitas desaprender, hazlo. Que la razón y el conocimiento no se conviertan en agentes boicoteadores.
Es más, pide permanecer en un estado de desconocimiento con la mente y de conocimiento con el corazón, porque éste te guiará hacia lo que te brinde mayor paz. Tres elecciones para hacer: no mentirte más a ti mismo, dejar de creer que solo tu estás en lo cierto y que los demás son los equivocados. Y como todos aprendemos con las otras personas, como nuestros espejos, pide que sean ejemplos corteses y maestros amorosos, los que se te presenten para despertar. Termina tu proceso, agradeciendo a Dios la presencia e intermediación de tus ángeles guardianes y de los tres arcángeles.
Para concluir: mi intención no es impresionarte y siendo coherente tengo que aclararte que tampoco me creas todo lo que te digo. Tu necesitas vivirlo, experimentarlo por ti mismo. Te invito a que lo hagas, prueba y ensaya. Tu serás el más beneficiado con tu nuevo sistema de creencias.
Elijo a Dios y deseo su paz en tu corazón.