Durante siglos se nos ha enseñado que el logro de los objetivos que deseamos es consecuencia del trabajo duro y prolongado. Sin embargo, en los nuevos tiempos, se ha comenzado a hablar de la fe, como una variable que puede influir en aspectos como la sanación y el éxito personal. ¿Qué es la fe y cómo desarrollarla?
Desde hace décadas, la psicología ha venido estudiando el componente espiritual y sus efectos en la vida humana. Los neurocientíficos afirman que creer en la existencia de un poder superior o funcionar con un grado alto de esperanza o confianza en uno mismo reduce el estrés y mejora la calidad de la vida.
Investigadores que estudian fenómenos espirituales, afirman que la ausencia de dudas acerca de un resultado deseado, puede activar dentro de la persona y también afuera, en el entorno, fuerzas y circunstancias que van allá de la lógica tradicional y que contribuyen a vivir de una manera más positiva y a generar logros mayores, en promedio, a los tradicionales.
Bastante conocida es la expresión bíblica: "La fe mueve montañas", aunque es ahora cuando se ha fundamentado científicamente esa idea. “No todo es lógica”, repetía mi madre, quien estaba plenamente convencida de la existencia de ciertas capacidades espirituales como la intuición y la fe, a las que consideraba mucho más eficaces que la racionalidad humana.
Solemos pensar que si nuestra lógica no ve claramente la forma de generar ciertos resultados, es porque no es posible generarlo. Negamos o desconocemos de plano, otras posibilidades menos “lógicas” como el poder de la fe. Defino la fe como "una fuerza emocional que disipa las dudas, una forma de confianza absoluta, en la cual lo deseado tiende a materializarse a su momento, por diversas vías”.
Para Greg Bradden, investigador de la consciencia, los antiguos enseñaron que para activar el poder de la fe, hay dos reglas esenciales: Imaginar lo que se desea, como si ya se hubiera realizado, y experimentar una emoción profunda de felicidad y gratitud. Estos dos aspectos combinados, influyen de manera portentosa en los eventos. Por el contrario, cuando decimos que queremos algo, pero al mismo tiempo actuamos como si no lo quisiéramos, esta contradicción bloquea, cierra la puerta a la energía que materializa los sueños.
Incluso la mecánica cuántica, una rama de la física, ha señalado que todo es potencialmente realizable, que no existe ninguna realidad inmutable, y que, como ha dicho el insigne educador brasilero Paulo Freire, “la vida no es, está siendo”. Sobre esto ha señalado Deepak Chopra, médico indio americano, que existe un campo cuántico, una red unificada a la que todos estamos conectados, que es capaz de escuchar nuestros pensamientos y emociones. Bradden llama a esta red de energía interconectada, la “Matriz Divina”.
Según Antonio Blay, autor del libro: "Conciencia, Existencia y Realización", la fe funciona cuando toda nuestra energía y nuestra consciencia se comprometen con lo que deseamos; cuando la fuerza que ponemos en lo anhelado es tan grande que no caben las dudas. Esta es la llamada “fórmula de los milagros”. Afirma el autor, que la fe no admite un poco de deseo, sino un deseo total. Y ofrece un ejemplo según el cual si una persona usa un bombillo de 25 vatios, tendrá una iluminación de 25 vatios, mientras que si usa un bombillo de 100 vatios, tendrá una iluminación de 100 vatios. Con pocos vatios habrá poca luz, con poca fe, los resultados serán pobres y limitados.
Sin embargo, no todo es tan simple. Un error frecuente que cometen algunas personas, es en el de tener “fe inactiva”. Esto significa que desean pero no actúan, no apoyan la intención de logro con acciones coherentes y sostenidas para crear la realidad supuestamente deseada. La acción es el componente complementario de la fe, porque lo que deseamos solo cristalizará a través de los caminos de la acción, aunque ocurran eventos fortuitos no lógicos o no habituales. Se trata, pues, de desear, visualizar, sentir y actuar.
Hay dos aspectos adicionales que conviene incorporar en este paquete de sugerencias: Que el deseo sea realmente intenso y que la meta anhelada nos ayude en nuestro crecimiento interior, y que sea beneficiosa para otras personas. Este par de elementos aumentan los niveles de efectividad apoyada en la fe.
También sugiere Blay crear un clima mental adecuado que incrementa las posibilidades éxito. En su opinión, debemos lograr silencio interior y apertura exterior. El silencio interior se alcanza con la meditación, la cual produce un estado de claridad mental y gran serenidad. En ese estado de clama se transmite un tipo de energía muy especial que Richard Gerber ha denominado “energía magnetoeléctrica”, que atrae aquello que deseamos alcanzar. La apertura exterior, por su parte, implica estar dispuesto a aceptar lo nuevo, lo diferente, aunque eso nos saque de la comodidad cotidiana. Mucha gente dice querer dinero, pero no se muestra dispuesta a adaptarse a hábitos, relaciones y ambientes nuevos. La mente habitual, tiende a evitar la contradicción interior, y lo logra evitando los cambios que la producirían.
Resumiendo, diremos que existen poderes diferentes a los de la lógica y la razón, como es el caso del poder de la fe; que para activar ese poder se requiere saber con claridad lo que desea, cuidando que se trate de una meta ecológica, con beneficios que trasciendan la mentalidad egoísta; que hay que imaginar como ya logrado lo que se desea, experimentar una intensa emoción de gratitud y crear condiciones mentales de silencio y apertura a lo nuevo, y además, trabajar para facilitar el logro.
Recordemos, finalmente, las palabras que el Maestro Jesús dijo a sus discípulos acerca de la fe: “Si tuviereis fe del tamaño de un grano de mostaza, podríais decirles a aquella montaña, ¡muévete!, y la montaña se movería”.
Autor: Renny Yagosesky