¿Qué es lo que hace que algunas personas se sientan inseguras y otras no? ¿Cuál es la diferencia? ¿Se puede cambiar esta forma de sentir y tener la audacia de perderle el miedo a la vida por temor a equivocarse?
Sin duda, el sentirse inseguro y tener miedo a arriesgarse a tomar una decisión, es un rasgo de carácter que se relaciona con nuestras experiencias de la infancia; porque básicamente toda persona sana viene al mundo con los recursos que necesita para desenvolverse normalmente en su ambiente.
El hombre como especie es el más indefenso, porque no puede sobrevivir si no recibe cuidados desde que nace hasta que crece y se pueda manejar solo.
El resto de las especies adquiere independencia más rápido y algunos hasta pueden defenderse solos al poco tiempo de nacer. Es más, si alguno de ellos se resiste a realizar por si solo lo que le corresponde en su momento, se lo abandonará a su suerte para que aprenda.
Eso sucede por ejemplo con las aves, que empujan del nido a las crías en el momento indicado para que aprendan a volar.
Los humanos, sin embargo, son capaces de permanecer con su madre mucho tiempo, a veces para siempre, cuando entre madre e hijo se establece una relación simbiótica.
La persona que aprende a ser dependiente es insegura, no confía en si misma, tiene miedo de asumir responsabilidades, de comprometerse y de tomar decisiones propias, debatiéndose casi siempre en un mar de dudas, para evitar cometer errores.
Estar demasiado seguro de nuestras decisiones en esta vida no es posible, porque existen los otros, seres libres como nosotros que pueden interferir en nuestra propia libertad y nosotros en las de ellos y ocasionar conflictos.
La persona segura de si misma sabe que se arriesga, porque en toda decisión siempre existe un riesgo.
El inseguro no quiere arriesgarse, porque tiene miedo y anhela el estado de seguridad que le brindó el útero materno, donde recibía lo que necesitaba, disfrutaba de la temperatura ideal y donde se sentía contenido, protegido y cuidado.
Pero el hecho de nacer, ser arrojado al mundo y existir, es otra cosa bien diferente, porque hay que adaptarse a condiciones muy distintas; y esta adaptación sana depende de los estímulos que se reciban.
Vivir exige un mínimo de audacia porque no hay certezas, solo hay probabilidades, pero si aprendemos a mirar, podremos comprobar que existe un orden que siempre surge después de cualquier desorden y que la intención es más importante que el error.
La naturaleza nos enseña que si respetamos su ritmo y sus leyes, podemos sentirnos más seguros que si hacemos lo contrario, porque la ley de causa y efecto nos muestra que lo que pasa se relaciona con lo que hacemos.
El caos es el producto de la sin razón, o sea que si actuamos en forma lógica y coherente es probable que nuestras decisiones sean las correctas.
El desarrollo de la tecnología ha favorecido a la humanidad en muchos aspectos, pero también ha separado al hombre de la naturaleza y lo ha hecho sentir ajeno a ella creando en el él un sentimiento de aislamiento.
Esa sensación de no verle sentido a la existencia hace que el hombre se sienta inseguro creyendo que puede sucederle cualquier cosa, al margen de sus decisiones, y por eso tenga miedo, se sienta inseguro y desee inconscientemente volver al útero materno para volver a sentirse contenido y protegido.
Los que se sienten seguros tienen fe, creen en ellos mismos, aprovechan esta oportunidad que tienen de vivir y se arriesgan, porque intuyen que vivir tiene un significado y que todo lo que hacen puede tener una consecuencia que los trascienda.
La naturaleza tiene misterios que aún no conocemos, puede que oculte todavía secretos que ni siquiera todavía nos atrevemos a imaginar.
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