El temor a ser engañado o de perder al ser querido y pensar que uno no puede vivir sin él crea una relación de dependencia y se convierte en una obsesión.
Recientemente hemos constatado hasta dónde es capaz de llegar un amor obsesivo, con la noticia de la muerte de un niño en manos de su madre, cegada por la venganza por haber sido engañada.
No se trata solamente de la pérdida de una persona, un adicto al amor pierde también el sentido de su vida; porque el apego amoroso es una adicción, cuando el otro se convierte en la razón para existir.
Estos apegos no se reducen a la relación de pareja sino que es la forma en que una persona ha aprendido a relacionarse con los afectos desde la infancia más temprana, enajenando la propia identidad para vivir a través del otro; y la falta de esa otra persona puede llegar a provocarle síntomas físicos como ansiedad, depresión, angustia, malestar, infelicidad, falta de concentración, dolores migratorios, etc.
Este modo de relación dependiente hace que no se pueda romper el vínculo aunque se padezca de maltrato y provoque solamente sufrimiento, porque sin ese vínculo la persona no es nada.
La persona adicta al amor puede tener conductas irracionales y también volverse paranoica, revisar bolsillos de su pareja, el teléfono celular, controlar señales de otra persona en la vestimenta, etc.
El miedo básico al abandono es el miedo a sufrir que es el que provoca la distorsión de la realidad.
Para el adicto al amor, amar es poseer, celar, dominar y estar pendiente del otro, ser un esclavo y tratar de que el otro también lo sea.
Muchos creen ser felices con el sufriendo que les produce lograr lo que quieren, sin darse cuenta si lo que desean realmente vale la pena.
Una relación sana implica la libertad de ambos como condición básica, para crecer y desarrollarse, porque si no es así esa relación no tiene futuro.
El amor tiene que ser recíproco y la confianza debe ser mutua, porque la servidumbre amorosa dura poco.
La gente tiene demasiado miedo a la soledad y a veces muchos son capaces de involucrarse en una relación solamente para no estar solos.
Ese tipo de vínculo no es sincero porque se está usando al otro para estar acompañado.
La pérdida de la persona amada, ya sea por abandono o por muerte, es una realidad que hay que aceptar, porque cuando el amor se va no hay vuelta atrás porque mendigar amor aumenta el rechazo, y la muerte es inevitable.
La vida es cambio y aunque sea difícil aceptarlo siempre llega el día en que se puede empezar de nuevo sin esa persona.
La separación es más fácil cuando no ha sido un vínculo dependiente sino la unión de dos personas libres que se amaron y respetaron mutuamente; porque la felicidad no está en los otros sino en uno mismo, única condición que permite disfrutar del amor del otro y de su compañía.
Nada es seguro en esta vida, porque sólo existe la incertidumbre, pero hay mucho por qué vivir y son los apegos los que no nos dejan ver otra cosa.
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