Las razones por las cuales una persona carece de autoestima son muchas.
Un temperamento introvertido o la timidez pueden influir para que una persona construya una imagen de si mismo que no esté de acuerdo con sus propias expectativas.
También las experiencias infantiles tienen importancia en la personalidad ya que las características del entorno familiar y la forma de relación con personas significativas pueden llegar a convencer a un sujeto de que su persona no tiene ningún valor.
Cuando alguien está convencido de esto, ese convencimiento llega hasta la última de sus células y se expresa en cada uno de sus actos.
El modo de caminar de una persona, el tono débil de su voz, su postura, su inseguridad, la falta de confianza en si mismo, su carencia de convicciones, o su dificultad para defender su posición, si la tiene, revelan cómo se siente consigo mismo y lo poco que se valora a si misma.
Estas personas suelen fracasar en el amor, en los grupos, en el estudio y también en el trabajo y tienden a identificarse con grupos marginales, o a relacionarse afectivamente con personas sádicas o comprometidas que las usan, por creer que son las únicas que los aceptarán sin condiciones.
Ninguna persona es perfecta, todos tenemos fallas y cometemos errores, y hasta los más inteligentes y sagaces se equivocan.
A todos nos sorprende ver a personas que carecen de los atributos físicos considerados deseables y que sin embargo son exitosas en sus estudios o trabajos y logran amar y ser amadas sin dificultades y casi sin proponérselo.
¿Qué hace que ellos puedan lograr lo que desean, sentirse bien y ser felices y otros no? Principalmente es su propia actitud. No se comparan con los demás, se agradan a si mismos, se convencen de ser únicos, se aceptan como son, y pueden adoptan una conducta que hace que los demás piensen lo mismo.
Son personas que se atreven a sentirse seguras, que no tienen miedo de fracasar, que pueden reirse de si mismos y que poseen una gran tolerancia a la frustración.
Comenzar a aceptarse a uno mismo tal como uno es, es el primer paso, porque no hay un modelo de personalidad exitosa que tenga que ser imitado para ser valorado. El secreto es ser quien uno es, nada más ni nada menos que uno mismo.
Para amar a alguien hay que entregarse y tener confianza. Amar no significa aferrarse, el verdadero amor deja al otro en libertad y no se convierte en su carcelero.
No debemos fomentar relaciones con gente que puedan llegar a manipularnos. No podemos permitirnos perder el dominio de nosotros mismos vinculándonos con personas posesivas, capaces de mentir o que pretenden usarnos como objetos.
Cualquier persona se da cuenta cómo es el otro ni bien tiene la oportunidad de estar frente a él. Tenemos que aprender a elegir en el amor, y la primera condición deberia ser alguien en quien podamos confiar.
Los celosos son inseguros e imaginan rivales que no existen hasta que de pronto, de tanto pensar en esa posibilidad, sus parejas se cansan de las frecuentes peleas y confrontaciones y de los cuestionamientos infundados y los abandonan.
Un mayor autoconocimiento nos ayuda a lograr una identidad más firme.
En la adolescencia, el problema más importante es la búsqueda de la identidad y del si mismo; y es imposible relacionarse adecuadamente con una pareja si aún no hemos decidido quien queremos ser.
La identidad se logra a través de sucesivas identificaciones con personas significativas, en forma selectiva. Adoptamos un conjunto de pautas de comportamiento que nos agradan de distintas personas y de acuerdo a nuestros temperamentos, los imitamos, conformando de esa manera una identidad única e irrepetible.
Lo más importante para el logro de una identidad firme es el compromiso con una postura personal coherente, y la coherencia interna es el primer paso para lograr el respeto y el aprecio por uno mismo.
Porque aprender a quererse y respetarse es el primer paso para la relación de pareja.
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