Que mis manos esculpan la inocencia,
que el discurso de mis labios sirva al propósito de la Vida,
que mi mirada repose serena
y mis pasos se dirijan firmes hacia la paz de Dios.
Que mi abrazo se extienda con igual devoción en cualquier dirección,
que en esta noche oscura pronto amanezca,
para que el Amor encuentre al fin Su morada en mi corazón.
Que en este viaje hacia el reencuentro,
las falsas promesas del mundo no logren extraviar mi rumbo,
y si esto acaso sucediera,
pido caminar con oído atento y ánimo dispuesto.
Que mis pensamientos no den cobijo al resentimiento,
que mi mente renuncie a ser pasto de la ilusión.
Ayúdame a despejar los obstáculos que me impiden “ver” la verdad.
Ayúdame con Tu fortaleza en mi aparente fragilidad,
para que mi voluntad no se quiebre,
para que el velo del olvido no oculte Tu Rostro.
Ayúdame a zambullirme con determinación
en las aguas mansas del perdón.
Soy de más allá del viento y las estrellas,
más allá del mar y la lluvia, de los ríos y del lejano desierto,
y sin embargo, soy en cada partícula de arena,
en cada piedra del camino, en cada hermano,
y en cada minúscula gota de rocío que cubre los campos
en esta luminosa mañana de invierno.
Ayúdame a ser consciente del Amor que nos mantiene en perfecta unión
y en el que Tú Te deleitas al contemplarnos.
Vengo a Ti con confianza y agradecimiento,
en la certeza de que la santidad es y siempre será mi herencia.
Aceptar Tu Regalo es hoy mi objetivo,
que las tribulaciones de la locura no se interpongan en mi camino…
Por Anna Horno