Si observamos lo que pensamos en un día muy probablemente nos sorprenderemos de cuántas son los mensajes de rechazo y poca aprobación con respecto a nuestra persona. Nuestro discurso interior es muchas veces poco atendido y por eso mismo caemos en repetirlo, estamos acostumbrados a reaccionar de ciertas formas, hay voces en nuestra cabeza que nos hacen reaccionar ante determinadas circunstancias y que ni siquiera son nuestras: las voces con las que crecimos, las que nos dijeron como hacer las cosas, las que nos grabaron cierta información que decía lo que se debía y lo que no, lo que era correcto y lo que no, las que nos dieron un concepto de nosotros mismos: eres olvidadizo, eres un poco lento, no eres tan hábil como aquel fulano, no tienes las piernas tan lindas, etc. De alguna forma nuestra mente se cargó de esta información y se acostumbró a cantarnos la misma canción cada vez que nos topamos con alguna experiencia.
El no aprobarnos a nosotros mismos, el estar en un constante rechazo con lo que somos y exigiéndonos ser siempre algo mejor es un desgaste muy corrosivo que, si es constante, a la larga solo nos hará sentir de muy mal humor, afectará todo nuestro organismo y nos provocará una serie de malestares que serian innumerables. El estarnos pasando el mensaje de rechazo provoca, entre otras cosas, que la gente a nuestro alrededor sienta nuestra mala relación con nuestra persona, ellos perciben el “olor” de lo que pensamos acerca de nosotros mismos y, al menos que sea una persona que este vibrando en un amor puro, reaccionaran negativamente ante este disgusto por lo que somos y se alejaran o nos rechazaran.
Para ganar el sincero aprecio de los demás es indiscutible que hay, antes que nada, que echar un vistazo en esa forma en como nos estamos tratando ¿cuántas veces al día te reprimes? ¿Cómo te hablas a ti mismo? ¿Cuánta admiración sientes por el esfuerzo que pones en el día? Toma unos minutos al día observar esos momentos donde te castigaste, te maldijiste o no te tuviste paciencia. Los grados de severidad hacia con nosotros muchas veces son realmente grandes, y lo peor es que se hacen hábito si no son observados y transformados.
Prueba cada día a darte tiempo para observarte, considérate, hazte tu mejor amigo o amiga, hazte tu confidente y ten una relación amorosa e íntima con el ser que eres. Si insistes en tu aceptación, verás como comienza a despertarse un poder en ti, notarás que comienzas a ser más atractivo, y que tu mundo se hace más amigable y reconfortante.