… Crueles como el mundo, y maravillosas como el cielo… Esa es la lección que aprendió una vez una pequeña llama llamada Inti.
Inti vivía, como todas las llamas, en los Andes. Un día que iba de paseo con su madre se acercó demasiado a un espino, y un trozo de su bonito vestido de lana quedó atrapado en el espino.
La pequeña llama sintió un fuerte dolor por el desgarro y dijo a su madre:
—No es justo. Si el dios de las llamas es tan bueno, ¿Por qué ha creado plantas tan peligrosas y malas?
En aquel momento, un colibrí se posó en el espino y con su pico cogió el jirón de lana. La madre dijo entonces a la pequeña llama:
—¿Lo ves, Inti? La naturaleza siempre es sabia: tu copo de lana le sirve al colibrí para hacer confortable el nido, que es su casa.
Y la pequeña llama acarició el morro de su madre, miró el azul del cielo y con un alegre balido dio las gracias al dios de las llamas, por haber creado a la naturaleza tan sabia.