Me gusta ir por la vida con los ojos bien abiertos.
He aprendido que no sirve de nada negarse a la realidad que nos toca experimentar, en cada una de las situaciones por las que transitamos (ya sea por elección propia o porque, aun sin quererlo o tratando de evitarlas, nos vemos inmersos en ellas).
Prefiero darme cuenta de cómo es la gente en vez de confiar en quienes no lo merecen por miedo a la soledad o por cualquier otro motivo. Y cuanto antes descubra sus colores verdaderos, mejor. Es tan lindo compartir vivencias desde el corazón con seres afines, que no lo cambio por nada.
En una relación de pareja, intento no encandilarme ni siquiera al principio, ya que esto no permite ver bien las características de la persona con quien estamos entablando un vínculo. Si esto sucede (en muchos casos, es inevitable), lo disfruto y entiendo que en algún momento iré conociendo en profundidad al ser que tengo a mi lado sin ese velo rosa que suele distorsionar las percepciones.
Por supuesto que en caso de notar actitudes (de una pareja o de amistades/familiares) que definitivamente se contraponen a mis pensamientos o creencias, o que ponen en juego mi integridad emocional o física, pongo un límite o me aparto, según me parezca, acorde a la importancia de lo sucedido o a si se trata o n de una diferencia irreconciliable.
Para mí, tener los ojos bien abiertos significa no solo querer ver lo real a cada paso que doy, sino también estar a cargo de mis decisiones, de mis elecciones, saber que la calidad de vida que tenga depende en gran medida de mis elecciones y de situarme aquí y ahora en todo momento.
Es que intentar vivir en el limbo o nublar o cerrar nuestros canales de percepción reduce nuestra energía y nos cansa, nos fatiga, nos deja exhaustos, sin poder de concentración y sin saber qué hacer ni hacia dónde dirigirnos.
Por el contrario estar presentes y querer enterarnos de lo que verdaderamente sucede nos da la posibilidad de acceder a nuestros recursos internos, a nuestra inteligencia, a un pedido de ayuda claro y conciso, a conectarnos con todo lo que nos rodea y poder realizar modificaciones de fondo desde ese lugar único. También nos permite desarrollar aún más nuestro potencial para lidiar con diversos asuntos – esto, decididamente, nos enriquece y nos prepara para solucionar cualquier clase de conflictos con mayor facilidad. Y creo que estamos más propensos a la sincronicidad y a disfrutar más de todas las cosas buenas que se nos presentan a diario.
¿Vas por la vida con los ojos bien abiertos?
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