A la vida no se viene a sufrir: se viene a vivir.
“Cuánto penar para morirse uno…”, esto escribió Miguel Hernández.
Pero a la vida, en cambio, hay que engalanarla con música de risa y con colores de esperanza, con guirnaldas de felicidad, y con el brillo de una mirada en paz.
Vivir mal es un error y un delito mientras exista la posibilidad de poner en nuestra vida –aún en las vidas más duras y menos amables-, momentos de armonía y paz, sonrisas y buenas palabras, y unos ojos que apetezcan ser vistos, una y otra vez, en el espejo que es la propia alma.
No somos víctimas de nuestra vida y de las circunstancias, sino sus desatentos gobernantes.
Vivir no es equivalente a soportar estoicamente, sino a decidir y actuar.
Actuar con las herramientas que tenga cada uno, pero haciendo todo lo posible para procurarse más y mejores.
Y no rendirse antes de intentarlo.
Por respeto a Uno Mismo, por dignidad personal, y por amor propio.
Francisco de Sales
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