Jacques Cazotte fue un escritor francés del siglo XVIII cuyas obras, en las cuales se mezcla realidad y fantasía, constituyen un antecedente del Romanticismo y de la literatura fantástica. Aficionado a las ciencias ocultas y a la cábala, seguidor del movimiento místico cristiano del iluminismo, sus contemporáneos le atribuían haber profetizado la muerte en la guillotina de Luis XVI y María Antonieta, además de la de otros muchos aristócratas e incluso la suya propia.
Supuestamente, tal exhibición de escalofriante clarividencia tuvo lugar durante la sobremesa de un banquete celebrado a principios de 1788, al cual había acudido una numerosa concurrencia formada por cortesanos, aristócratas y otros personajes ilustres. La conversación giraba en torno a la política, y en un momento dado Cazotte, que hasta entonces había permanecido en silencio, tomó la palabra para anunciar a los presentes que aquella revolución sobre la que tanto frivolizaban llegaría de forma sangrienta y supondría la muerte de casi todos ellos.
Con voz grave, se dirigió a cada una de aquellas personalidades describiéndoles de forma minuciosa cómo iban a morir, quién perecería en la guillotina y quién preferiría suicidarse antes de tener que subir al cadalso, cuál sería el veneno utilizado o cuántos los cortes que se infligirían para abrirse las venas. Ni él mismo quedaba fuera de la negra predicción.
Sus palabras fueron recibidas como la broma macabra de un personaje que, aunque resultaba generalmente querido y apreciado, tenía fama de excéntrico. Sin embargo, no pasarían ni cuatro años antes de que se cumplieran con total exactitud hasta en sus más pequeños detalles.
Es Jean-François de La Harpe, testigo superviviente de aquel banquete, quien nos describe la escena en un manuscrito póstumo, y, por tanto, la persona de la cual depende su veracidad. Pero La Harpe escribe años después de que los hechos se consumasen, por lo que entra dentro de lo posible que inventara toda la anécdota o, lo que es más probable, la exagerase.
Cazotte ya había expresado su inquietud por el destino del rey en unas cartas dirigidas a su amigo Pouteau, algo que se puede considerar más fruto de su natural intuición que de una capacidad sobrenatural para predecir el futuro. En agosto 1792 estas cartas están a punto de costarle la vida a manos de un tribunal revolucionario, pero su hija logra salvarlo en el último momento. Poco después es encarcelado de nuevo y finalmente ejecutado el 25 de septiembre en la guillotina instalada en la plaza Carrousel. Se cumple así ese terrible destino que tal vez el propio Cazotte había conocido siempre.
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