Cuando compartimos las alegrías de nuestros semejantes, por muy difícil que esto parezca, estamos compartiendo con esa persona su momento que para ella es especial, el hacerlo consiste en dejar fluir todo el espíritu de generosidad que tengamos y hacerlo de una manera espontánea y productiva. Que ocurre que cuando nosotros compartimos alegrías estamos abriéndonos a recibir una abundancia mayor, y en la medida que logremos hacerlo nuestra vida irá cambiando en positivo casi sin darnos cuenta.
Como toda persona con virtudes y defectos, a veces nos cuesta mucho dar, más aún si esto es lo que más necesitamos, suena extraño y contradictorio como es que podemos ser capaces de dar lo que más necesitamos, y es allí donde está el verdadero sentido de todo esto, sentimos temor de que aquello que damos lo podamos necesitar en un momento determinado, y es ese temor el que nos paraliza muchas veces, lo ideal es dar sin sentir temor, esto no se logra de la noche a la mañana, pero se puede lograr. La clave está en vernos como persona capaces de poder ofrecer aquello que nuestros semejantes necesitan, puede ser un buen consejo a un amigo, una palabra de aliento etc.
Como dice el viejo refrán “haz el bien y no mires a quién” en esa medida es que debemos ser dadivosos, es importante que ayudemos a personas a quienes no conocemos, ya que ese es el verdadero desafío de esta virtud, cuando conocemos a las personas nos resulta mucho más fácil ayudarlas, quizá por el mismo hecho de que las conocemos ya sabemos cuales son sus carencias y necesidades, lo contario sucede cuando ayudamos a alguien a quien no conocemos.
Esta práctica suele ser difícil en estos días donde las personas cada vez piensan más en sus propios intereses, muchas veces sin ponernos en el lugar del otro, o que eso que le sucede a esa persona nos pueda pasar a nosotros en un futuro. El altruismo es una virtud de pocos, y muchos son los que se necesitan. Cada día surgen nuevas oportunidades para ser generoso, es muy posible que al escuchar tantas injusticias que ocurren a nuestro alrededor no podamos ver cual es el camino a seguir, pero es un cambio de actitud.
A continuación voy a relatar una historia que encierra todo este aprendizaje.
“Un día un muchacho muy pobre, quien era vendedor de puerta en puerta, para pagar sus estudios, se encontró con solo diez centavos en su bolsillo y tenía mucha hambre. Entonces decidió que en la próxima casa iba a pedir comida. No obstante, perdió su coraje cuando una linda y joven mujer le abrió la puerta, y solo pidió un vaso de agua. La mujer pensó que el joven se veía hambriento y en vez de agua le dio un gran vaso de leche. El se lo tomó lentamente y luego le preguntó ¿Cuánto le debo? No es nada respondió la joven, Entonces se lo agradezco de corazón. Cuando Howard Kelly se fue de esa casa, no solo se sintió mas fuerte, sino también en su fe en Dios y en la humanidad.
Años más tarde, la mujer se enfermó de una grave enfermedad y los especialistas no sabían de qué se trataba, ya que era una rara enfermedad, entonces llamaron a un especialista y era el Dr. Howard Kelly, cuando el se dio cuenta del nombre del pueblo del cual venía la mujer, inmediatamente fue a verla y la reconoció, desde ese momento no vaciló en tratar de salvarle la vida a esa mujer que una vez lo ayudó, la batalla fue larga pero logró salvarle la vida. El Dr. Kelly pidió a la oficina de cobros que le pasaran la cuenta final para darle su aprobación, la miró y luego escribió algo en la esquina. La carta fue enviada al cuarto de la mujer. Ella sintió temor de abrirla porque estaba segura de que pasaría el resto de su vida tratando de pagar esa cuenta, finalmente la abrió y algo llamó la atención en la esquina de la factura. “Pagado por completo con un vaso de Leche”.
M.S. Félix J. González A.