l primer paso es el darse cuenta, el tomar consciencia de las ocasiones en las que adoptamos o hemos adoptado el papel de víctimas; aquellas ocasiones en las que culpamos a la vida, a los demás de lo que nos está ocurriendo o nos ocurrió, liberándonos de esta manera de la responsabilidad que nos corresponde ante lo que acontece, porque quedamos “paralizados”, “estancados”, sin saber que hacer.
Luego, conviene preguntarnos en qué medida contribuimos a lo que nos está pasando; haciéndonos responsables de la “parte que nos toca”. Quizá, esto no nos resulte nada fácil, pero es el principio de la salida, el cambio de percepción de los acontecimientos y el pensar que tenemos el poder de hacer algo con lo que nos pasa.
Tendríamos que ver, observar, qué se esconde detrás de ese papel de víctima, qué “beneficios ocultos” recibo al adoptar esta actitud, en qué me compensa. A veces, es una manera de controlar al otro, es el liberarse de la responsabilidad de lo que nos ocurre o quizá, una manera de dejar salir la rabia contenida, hacia los demás, de manera “justificada”.
Es saludable ver qué necesidad no expresada se oculta tras el papel victimista, por ejemplo, puedo estar necesitando afecto, y en vez de decirlo abiertamente a la persona, la “manipulo” quejándome y expresando: “con lo mucho que hago por tí, y no me vienes a visitar, o no eres cariñoso conmigo…..”
Hacernos responsables de lo que nos pasa, no significa que debemos cargar con la culpa y no reconocer cuando la otra persona actúa de una manera inadecuada y hasta agresiva con nosotros, sino, más bien, buscar una solución saludable a la situación, partiendo de la aceptación de lo que ocurre, y tratando de cambiar lo que se pueda cambiar.
Se trata de recuperar el poder sobre nuestra propia vida, sin creer que el afuera es el responsable de mi felicidad; aceptar que cada uno es como es, que las circunstancias son como son, y que el cambio es de adentro hacia afuera.
Recordemos que los hechos en sí son neutros, y que es la interpretación que les damos la que nos hace sentirnos de una manera o de otra. Cambiar el “color de las gafas” que llevamos puestas para ver la vida es de gran ayuda…