Las palabras son incapaces de expresar tu dolor,
lo que transmiten a otros está muy alejado,
es muy distinto de tu verdadero sufrimiento.
Todos hemos conocido ese momento sombrío.
La conciencia popular sabe que en esas ocasiones debes
tratarte a ti mismo con extraordinaria ternura.
Amo la vista de un campo de maíz en el otoño.
Cuando pasa el viento,
el maíz no permanece erguido ni trata de resistir su fuerza,
porque lo arrancaría de raíz.
No.
El maíz se mece con el viento,
se inclina hasta el suelo
y después se yergue para recuperar su posición y su equilibrio.
Asimismo sucede con cierta araña depredadora,
que jamás teje su tela entre dos objetos duros como piedras
porque el viento la arrancaría.
Instintivamente la teje entre dos hojas de hierba.
Cuando pasa el viento,
la tela se inclina con la hierba
y después vuelve a su punto de equilibrio.
Éstas son bellas imágenes de una mente
en consonancia con su propio ritmo.
Cuando endurecemos nuestra mente,
cuando nos aferramos a nuestras ideas o creencias,
ejercemos una presión terrible sobre ella, perdemos la suavidad y
la flexibilidad que hacen a la comunión, el refugio protector.
A veces la mejor cura para tu alma
es flexibilizar ciertas ideas que endurecen y cristalizan tu mente;
porque éstas te alejan de tu propia profundidad y belleza.
John O’Donohue
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