"Todo me sale mal", "que mala suerte tengo", "es que estoy empavado". Son las frases que se repiten algunas personas cargadas de angustia, desconsuelo o amargura, producto de determinadas situaciones que le hayan salido mal.
A veces se confunden desilusiones, contrariedades o frustraciones con una especie de "estado" o "entorno" que más allá de ellos mismos, les impone una "mala suerte" y les impide tener éxito, bien sea en el trabajo, en su vida, o en el amor. Pero, ¿Realmente los desengaños o los fracasos se los deben atribuir a un mal destino, "mala suerte" o a "estar empavado"? o ¿Son ellos mismos los
responsables de lo que les ocurre?
Sabemos que las personas optimistas, alegres y con autoestima elevada tienden a vivir más tiempo que los pesimistas, tristes o de baja autoestima. Reír fortalece el sistema inmunológico y ayuda a enfrentar, con mayores posibilidades, a las enfermedades. Mientras tanto, las personas con tendencias a la depresión, pesimistas, gruñonas y disconformes generalmente se enferman más frecuentemente y sufren más problemas que los optimistas.
El ser humano actúa de acuerdo a sus actitudes, creencias y pensamientos y estas formas de ser interactúan con las emociones y la conducta de cada individuo. El miedo o la ira nos hacen hacer cosas. Igual el amor, la alegría o la tristeza. Muy probablemente trabajemos mejor y produzcamos más si lo hacemos contentos. Cuando estamos disgustados o consternados no podremos realizar alguna tarea que requiera dedicación.
El futuro no puede ser decidido por la buena o la mala suerte. Si una persona hace un esfuerzo, estudia, trabaja, planifica, traza metas y procura alcanzarlas, muy probablemente triunfe en su vida. Algunos dirán que tuvo suerte pero el sabrá que decidió superarse y lo logró.
Una persona optimista que busque ser feliz y esté dispuesto a salvar los obstáculos que sin duda se le presentarán, tenderá a tener lo que llaman buena suerte. Quien no se desarrolle, se prepare, gestione un empleo o comience una actividad productiva o tenga por meta constituir un hogar y crear felicidad, obviamente no lo alcanzará. Luego dirá: "¡Que mala suerte!"
Hay personas propensas a los accidentes. Sin embargo, cuando se investiga el por qué, se encuentra que son inseguras o no miden las consecuencias de los peligros. Una vez que se instruyen y reciben recomendaciones de cómo evitar estos incidentes, dejan de presentarlos.
Cuando le acontezca algo desagradable, pregúntese cómo lo hubiera podido evitar. Si tiene una respuesta se dará cuenta que no fue la mala suerte.
La buena suerte ¡Se puede construir! si nos lo proponemos.
http://www.psicologiaparatodos.com/psicologianuevo/post.asp?TID=1403&PN=7