Los temas entrega, desapego y desidentificación corresponden a prácticas espirituales conocidas en todo el mundo en varias tradiciones místicas. Cada uno a su manera ayuda a reducir el egocentrismo y de ahí que favorezcan el yo (según Jung en el sentido de plenitud espiritual) y la conciencia cósmicA
Yo acostumbraba pensar que la transformación espiritual era un proceso misterioso que le ocurría a alguien muy especial, con mucho estudio y con un gran desarrollo espiritual. Pensaba también que ese proceso estaba lleno de sentimientos exaltados y de experiencias sobrenaturales. Estas imágenes hacían de la transformación espiritual una meta distante, si no imposible para mí. Pero he descubierto que la transformación espiritual es una realidad mucho más simple que cualquiera de los conceptos y asociaciones que sobre ella tengamos. Ahora pienso que la transformación espiritual es el proceso de cambio de mi actual manera de ser (acciones, pensamientos y sentimientos) por otra que sea más consistente con mis ideales espirituales.
Para hacer que nuestras vidas sean más consistentes con nuestras aspiraciones espirituales tenemos que empezar por conocer quiénes somos realmente, no lo que deseamos ser ni lo que sentimos que deberíamos ser. Así después sabremos qué necesitamos cambiar, qué necesitamos dejar atrás y qué necesita más énfasis en nuestras vidas para que reflejemos mejor lo que queremos ser y la forma en que queremos vivir.
La desidentificación, que es la capacidad de observarme a mí mismo, es tanto una herramienta maravillosa como la práctica que me puede proporcionar el autoconocimiento en forma objetiva. Cuando yo estoy totalmente identificado con mis pensamientos, con mis sentimientos o con mis acciones eso es lo que yo soy y entonces me convierto en las circunstancias transitorias de mi vida. Pero cuando observo mis pensamientos, mis sentimientos, mis reacciones y mis formas de hacer las cosas, aprendo a ver claramente quién soy y puedo poner alguna distancia entre mis experiencias y yo.
Es importante practicar este ejercicio sin juzgar. Verme objetivamente sin juzgarme y deponiendo la crítica es solamente observarme como se ve una película, poniendo alguna distancia entre mis experiencias y yo y suspendiendo todos los comentarios. Más adelante puede haber tiempo para el análisis crítico, pero no mientras me observo a mí mismo. El poder verme como los otros me ven (en cuanto a mis acciones) o como otros me verían si pudieran leer mi mente y mi corazón es particularmente difícil en nuestra cultura, pero es esencial para que este ejercicio dé fruto. Esta práctica de desidentificación me ayuda a adquirir el autoconocimiento en forma objetiva.
La desidentificación puede practicarse en cada momento del día. Hay algunas formas de facilitar la adquisición de este hábito. La primera es recordarnos constantemente a nosotros mismos que nos observemos: ¿Qué estoy pensando? ¿Qué estoy sintiendo? ¿Qué opinión estoy dando? ¿Cómo estoy reaccionando?
Podemos practicar la desidentificación cambiando nuestro sentido de ser por el de tener; es decir, de un “Yo soy”, a un “Yo tengo”. Cuando “Yo soy” algo, es para siempre y es todo mi ser; cuando “Yo tengo” algo, es temporario y tiene límites. “Yo tengo”, además, tiene ese matiz de no ser “yo mismo”, matiz que me ayuda a ver que el sentido más profundo de quién yo soy trasciende los particulares de un momento. Por ejemplo: “Soy una deprimida” versus “Tengo una depresión”, “Yo pienso” versus “Tengo tal pensamiento...” Pensamientos, sentimientos, reacciones, juicios, son experiencias transitorias de nuestro ser. La desidentificación nos ayuda a ver esas experiencias como pasajeras y relativas de modo que no adquieren esa profunda importancia que tienen cuando me he sumergido completamente en ellas. Aprendemos que no son “Yo” sino solo una pequeña parte de “Mi”. Aprendemos que todas las experiencias pasan, no importa cuán dolorosas o dichosas sean. Aprendemos que los sentimientos, opiniones, pensamientos y reacciones que aparecen son del momento y nada más. De este modo aprendemos a ver cómo pensamos, cómo sentimos y cómo reaccionamos. Con el tiempo descubrimos que todo es transitorio, que todo pasa.
Podemos practicar la desidentificación recordando que no somos solamente el pensamiento o el sentimiento que estemos experimentando ahora. Así puedo repetirme a mí mismo: “Yo no soy mis pensamientos”, “Yo no soy mis opiniones”, “Yo no soy mis memorias”, “Yo no soy mis reacciones”, y del mismo modo, según lo que haya capturado mi conciencia en determinado momento. Otra vez, la táctica aquí es crear cierta distancia para adquirir mayor objetividad y para centrarme a mi mismo en aquello que trasciende la experiencia momentánea.
De este modo, la desidentificación nos lleva a una expansión de conciencia porque, al separarme a mí mismo de lo que es transitorio – pensamientos, sentimientos, reacciones – puedo permanecer centrado en lo que no tiene los límites de tiempo y espacio. Hay un aspecto de mi conciencia que no cambia – solamente “Es”. Esa “Entidad”, esa pura conciencia, es mi capacidad de auto-observación. Si puedo permanecer centrado en lo trascendente, me abro a la vida con un nuevo estado de atención, un verdadero nuevo despertar. Puedo integrar lo trascendente y lo contingente en cada momento, porque las dos dimensiones existen siempre.
Así, la desidentificación nos ayuda a conocernos a nosotros mismos tal cual somos, y a permanecer conectados con la dimensión trascendente de la conciencia, expandiendo nuestra percepción de ser
Este artículo fue originalmente publicado en Seeds of Unfolding, No. 3, 1985. Es uno de los muchos artículos escritos por el Dr. Tomás Agosin, psiquiatra en el Departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina Alberto Einstein en Nueva York, y miembro fundador de Cafh en Nueva York. El Dr. Agosin falleció en 1991.