A la mayoría de las personas, sobre todo a las más románticas y soñadoras, les resulta difícil comprender y hasta pensar que a veces se hace necesario "renunciar a un amor". Prevalece aquello de que el amor es algo "irrenunciable. Algunos se valen de argumentos, por cierto valederos, como aquello de San Pablo: "El amor nunca se termina" (1 Cor, 13,18).
Sin embargo la experiencia de vida nos demuestra que a veces sí, es preciso "renunciar a un amor".
Cuando se ha nacido, criado, educado en un hogar con amor, sólidos principios morales, religiosos, sentido de responsabilidad frente a un compromiso asumido, fidelidad a la palabra empeñada, se comienza un camino lento de comprensión posterior sobre las implicancias y exigencias de la renuncia a un amor, en ciertos casos.
Sobre todo cuando repentinamente se encuentra frente a un persona que empieza a ejercer una atracción cada vez mas irresistible, luego de haber asumido y concretado un compromiso de amor con otra persona: urge "una renuncia".
Un hombre y una mujer casados, que se han prometido una fidelidad hasta la muerte, se encuentran de repente, sin buscarlo siquiera con otra persona, con un alto poder de seducción, atractiva, inteligente, cautivante en todos los aspectos y amén de todo eso con una gran capacidad para valorar los talentos y virtudes que uno tiene.
Todo eso junto, se constituye en la causa de una desvalorización cada vez más acentuada del propio cónyuge, al cual se le ven agigantados sus defectos, al límite de resultar insoportable su presencia.
Esto suele suceder a personas casadas y también a aquellas que han optado voluntariamente por el celibato, la vida religiosa, el sacerdocio, renunciando a una vida en pareja-
En algún momento, esa vida se les torna rutinaria, carente de sentido, ingresan en una especie de estado de oscuridad espiritual frente a fracasos, sentimientos de rebeldía, de insatisfacción, de dificultades que se les presentan en la vida comunitaria o en el apostolado.
Ellas también pueden de repente encontrarse con un "ser maravilloso", que podría llenar todos sus vacíos con una inmediatez increíble.
Sucede cuando una tiene que pasar por el estado de viudez y se siente vulnerable y sola, de pronto aparece "alguien" que se muestra dispuesto a ayudarnos en todo, a contenernos, lentamente empieza a adueñarse de nuestras vidas y a manipularla a su antojo, y no nos damos cuenta...hasta que empezamos a entrever sus intenciones reales.. y eso nos obliga a una opción de vida ....realizar el duelo personal, autoafirmar nuestra personalidad, nuestra autoestima y atender las obligaciones cotidianas con la ayuda que libremente elijamos, no con una impuesta.
En los casos mencionados, si se pretende ser fiel a la elección primera, es preciso "renunciar a un amor", a ese nuevo que se presenta, trayendo, en apariencia la solución a todos los inconvenientes y aún más haciendo avizorar la felicidad perfecta.
Algunos podrían afirmar que no es preciso renunciar a una amistad sincera, tierna, mientras no pase a ser una relación posesiva y dominante o una atracción física desenfrenada.
Pero no hablamos de una relación sana y liberadora que nos permita continuar siendo fieles a la elección primera, sino de aquellas relaciones que se presentan como la respuesta a todas las necesidades, y que solapadamente se apoderan de nuestros pensamientos y despiertan una sed desenfrenada de sexo.
Hablamos entonces, de un placer sexual, tan solo que se nos ofrece como la respuesta inmediata a todas nuestras necesidades y lo mas importante para ser felices.
Por supuesto, aparece la auto justificación: "Es un gran amor"; "es el amor de mi vida".
Pero en momentos de lucidez y discernimiento, sincerándonos con nosotros mismos, se puede advertir la supremacía de un deseo solamente carnal a tal punto de que si esa persona nos negara el sexo, no podríamos respetar su decisión. En ese momento puede llegar el iluminado "clic" que nos muestra la necesidad de "renunciar" y reconocer que ese amor no es la solución de nada. Aunque falten fuerzas y claras motivaciones para realizar la renuncia, hay que reconocer que es preciso hacerlo a no ser que se elija vivir siempre entre la espada y la pared, mintiendo, engañando, falseando, engañándose a uno mismo o mantener una doble vida, hasta que esta acabe definitivamente con nuestra salud mental y espiritual, destruyendo no solo la propia vida sino la de terceros, como lo son los hijos, si los hubiere, hermanos, en fin el entorno afectivo "real" y "concreto" o lo peor, esperar de brazos cruzados que este "supuesto gran amor" luego de haber movilizado todos nuestros sentidos y nos haya hecho promesas de amor y felicidad eternas decida por nosotros cuando hacer trizas nuestros sueños. Eso sería peor. Es preciso que antes de que eso suceda, hagamos esta "renuncia al amor"
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