Un discípulo observando a su maestro se dio cuenta que el maestro no cometía errores, todo lo que hacía o decía siempre llevaba el sello de la perfección y del resultado deseado.
Un día el discípulo le dice a su maestro: "Maestro, yo te he estado observando con mucho cuidado y me he dado cuenta que a ti las cosas siempre te resultan de acuerdo con tu plan y nunca diferente porque tu tienes sabiduría y yo no.
A mí se me ha ocurrido que yo, de hoy en adelante no voy a hacer nada diferente a lo que tu me digas porque así sabré que yo tampoco me voy a volver a equivocar".
Ante esta afirmación el Maestro responde: "Me encanta tu observación y te doy gracias por la confianza que ahora depositas en mí pero quiero decirte que es importante que tu aprendas a tomar tus propias decisiones".
Maestro, mi decisión es hacer tu voluntad y no la mía, dice el discípulo.
"Toda decisión será respetada, retírate a pensarlo bien durante 3 días y después de tu reflexión vuelve y me cuentas tu decisión final. Sea la que sea yo la respetaré".
El discípulo se retiró a pensar en lo que el maestro le había dicho y no encontró ninguna otra explicación diferente a decir: voy a hacer la voluntad del maestro.
A los tres días el discípulo regresó a su maestro diciendo: "Maestro ya tomé mi decisión y como tu me aseguraste que sería respetada, mi decisión es que solamente haré tu voluntad y no la mía".
Perfecto, dijo el maestro, ¿estás seguro?,
Sí maestro.
¿No te vas a retractar?
No.
¿Estás totalmente comprometido con esa decisión?
Si maestro.
"Bueno, entonces mi voluntad es que de hoy en adelante tu tomes tus decisiones y no las mías".
Si no hacemos uso de nuestro libre albedrío, nunca podremos reconocer las leyes del universo.
extraido de http://www.totalpresenceespanol.org/