Se le llamó "El Apis Vivo, El Heraldo de Ptah que lleva la Verdad hasta El de la Amable Faz" (Ptah), además de "Hijo de Osiris" e "Hijo de Sokar" y "Alma Gloriosa de Ptah".
Remontándonos al pasado, de 3000 a 2000 a.C., podemos distinguir dos especies de toros en Egipto. El llamado iw, importado de Dongola, al sur, que era gordo, bajo de ancas, es decir chaparro, con grandes cuernos y el cual era deliberadamente engordado para usarlo como alimento o para el sacrificio. El otro ejemplar era el toro salvaje nativo del delta llamado ng, magro de carnes, alto y de grandes cuernos y que era capturado lazándolo. Lo usaban en las tareas del campo o para jalar grandes piedras o sarcófagos. También se le cazaba en las grandes cacerías reales. Este es nuestro Apis y posiblemente también los demás toros sagrados.
La función del Apis era la de intermediario entre el dios Ptah y sus fieles, comunicándose entre ellos por medio del oráculo, en el que Apis actuaba como tal. Así pues, el toro era por un lado el heraldo del dios, el informante de los hechos que sucedían en la tierra y por el otro actuaba en representación de ese mismo dios al dar un veredicto en su función de oráculo. Pero también, por su conexión con Osiris, Apis cumplía funciones funerarias, tan cara a la mentalidad egipcia. Se han encontrado inscripciones en el Serapeum, en donde Apis es llamado "Vida de Osiris, Señor del Cielo, Aquel con sus Dos Cuernos en su Cabeza".
Ocasionalmente, Apis era el encargado de llevar grano al otro mundo, relacionándolo con la función agraria. En otras ocasiones asumía el papel de transporte para el mismo muerto. Se han encontrado pinturas, en la base de los sarcófagos, representando al Apis llevando sobre sus espaldas al difunto momificado hacia la necrópolis. Como sabemos, los egipcios acostumbraban pintar en sus sarcófagos diversos símbolos y dioses de los cuales esperaban ayuda y protección en el viaje al otro mundo. Se creía que los atributos del Apis: "alto de cuernos", "hermoso en nombres", "vidente" y "basto" beneficiaria a los muertos y ello los capacitaría para defenderse de los peligros de la otra vida.