¿Cómo hacer para superar el temor a otras personas? ¿Qué es lo que te pone tan mal en los demás? Nélida es dueña de una voz capaz de hacer dormir a los ángeles. Ella tiene ese tipo de voz que es un bálsamo para los sentidos cansados, y que hace sentir a uno más relajado y feliz. Sin embargo, nunca una audiencia ha podido disfrutar de la voz de Nélida, ya que ella no tiene el coraje de cantar en público.
Ella lo intentó una vez, cuando todavía estaba en la escuela secundaria, pero lo único que le dejó esta experiencia fue vergüenza y dolor. Ella nunca podrá olvidar el incidente: de pie en el escenario, sosteniendo el micrófono, y la voz que no se dignaba a salir. Hasta unos pocos minutos antes, ella estaba feliz, pero la vista de toda esa gente hizo que su voz desapareciera.
A partir de esa experiencia humillante, Nélida nunca ha vuelto a cantar frente a otras personas. Y no es que le hayan faltado las oportunidades; simplemente no podría hacerlo, no frente a un auditorio. Su temor de actuar en público la ha incapacitado de por vida, o al menos es esto lo que ella creía.
El temor es una emoción fuerte generada por el conocimiento de un peligro expectante. De hecho, es la reacción de una persona a un peligro concreto o percibido. A veces, el temor de una persona actúa como un mecanismo de defensa.
Se cree que hay algo de hereditario en el temor, al igual que los chicos suelen heredar ciertos rasgos biológicos de sus padres. Estos rasgos pueden tener un efecto sobre cómo los químicos del cerebro de una persona regulan sus estados de ánimo y la forma de reaccionar ante las estimulaciones que generan miedo. Asimismo, los temores actuales de una persona pueden relacionarse a la conducta de sus padres; a cuán precavidos eran o a cómo reaccionaban ante el peligro.
El temor de una persona hacia otras personas es conocido como Antropofobia, mientras que el temor a las personas en general o a la sociedad es conocido como Sociofobia. Un individuo que experimenta regularmente ansiedad o incomodidad en presencia de otra gente, podría tener esta clase de fobia. Aquellos que la padecen consiguen llevar una vida normal con algunos esfuerzos, aunque suelen evitar toda clase de eventos sociales. Esta fobia suele manifestarse en forma de miedo escénico (miedo de hacer algo frente a una audiencia).
Una persona que se asusta tendrá las palmas sudorosas, sentirá mariposas en el estómago, y experimentará sequedad en la garganta y la boca. Y también podría padecer ataques de pánico. Este temor puede tener serias consecuencias en la familia y en la profesión de un individuo. Un sujeto asustado, que no tiene control sobre sus temores, pierde su libertad de acción.
El temor a las personas puede ser una manifestación de la timidez o la falta de confianza que tiene un individuo. Una persona retraída evita encontrarse con otras personas porque se siente inferior a ellas. Alguien que no tiene confianza en sí mismo puede atemorizarse ante la idea de encontrarse con otras personas a quienes percibe como más importantes o capacitadas que él.
No obstante, hay algo de “normal” en esto de temer a la gente. Podríamos decir que es normal temer a personas con mayor poder que nosotros, o a personas que tienen una ascendencia moral sobre nosotros. Es también normal tener miedo a actuar frente a una audiencia, especialmente si no estás acostumbrado a ser el centro de atención.
Si bien la mayoría de estos temores son normales, una persona no deberá permitir que sus miedos tomen el control de su vida. Una persona debería reconocer estos temores, y debería hacer cosas para superarlos. De lo contrario, sus temores le incapacitarán de por vida.
Si tienes miedo a la gente en general, entonces intenta rodearte de gente más a menudo. Intenta en las grandes tiendas; son realmente buenas para caminar y rodearte de la sociedad. Intenta hablar con vendedores y vendedoras o con clientes que te resulten amigables. Habla de cualquier cosa; comenta la benevolencia del clima, las noticias recientes, u otros asuntos de relevancia para la comunidad.
Al mismo tiempo, podrás comenzar a relacionarte con los integrantes de tu comunidad, ya que te sentirás más a gusto a la hora de hablarles. Intenta hablar con alguien distinto cada día hasta que desarrolles el hábito de saludar a las personas que te cruzas por la calle. Un simple “buenos días” es suficiente para ayudarte a combatir tu timidez. Procura dar pequeños pasos y gradualmente experimenta hablando con grupos de personas.
No permitas que tu timidez gane la batalla. Posiblemente tengas tus temores, pero ¿acaso hay alguien que no los tenga? Es importante que sepas reconocer tus miedos y que hagas algo para vencerlos.
El estado de miedo psicológico está divorciado de cualquier peligro real e inmediato. Puede adoptar diversas formas: desazón, preocupación, ansiedad, nervios, tensión, temor, fobia, etc. El miedo psicológico del que hablamos siempre se refiere a algo que podría ocurrir, no a algo que ya está ocurriendo. Tú estás en el aquí y ahora, mientras que tu mente está en el futuro. Esto crea una brecha de ansiedad. Y si te has identificado con tu mente y has perdido el poder y la simplicidad del ahora, esa brecha de ansiedad será tu constante compañera. Siempre puedes afrontar el momento presente, pero no puedes afrontar algo que sólo es una proyección mental; no puedes afrontar el futuro.
Además, mientras sigas identificándote con tu mente, el ego dirigirá tu vida. Debido a su naturaleza fantasmal, y a pesar de sus elaborados mecanismos de defensa, el ego es muy vulnerable e inseguro, y se siente amenazado constantemente. Por cierto, esto sigue siendo verdadero aunque externamente esté muy seguro. Ahora bien, recuerda que una emoción es la reacción del cuerpo a la mente.
¿Qué mensaje recibe continuamente el cuerpo desde el ego, desde ese falso yo fabricado por la mente?: peligro, estoy amenazado. ¿Y qué emoción genera este mensaje continuo?: miedo, por supuesto. El miedo parece tener muchas causas: miedo a la pérdida, miedo al fracaso, miedo a que nos hieran, y así sucesivamente; pero, en definitiva, todos los miedos pueden resumirse en el miedo del ego a la muerte, a la aniquilación. Para el ego, la muerte siempre está a la vuelta de la esquina. En este estado de identificación con la mente, el miedo a la muerte afecta a todos los aspectos de tu vida. Por ejemplo, algo tan aparentemente trivial y «normal» como la necesidad compulsiva de tener razón en una discusión y demostrar que el otro está equivocado —defender la posición mental con la que te has identificado— se debe al miedo a la muerte. Si te identificas con una posición mental y resulta que estás equivocado, tu sentido de identidad, basado en la mente, se sentirá bajo una seria amenaza de aniquilación. Por tanto, tú, como ego, no puedes permitirte estar equivocado. Equivocarse es morir. Esto ha motivado muchas guerras y ha causado la ruptura de innumerables relaciones. Cuando dejas de identificarte con la mente, el hecho de tener razón o estar equivocado es indiferente para tu sentido de identidad; de modo que esa necesidad compulsiva, apremiante y profundamente inconsciente de tener razón, que es una forma de violencia, deja de estar presente. Puedes expresar cómo te sientes y lo que piensas con claridad y firmeza, pero tal expresión no estará teñida de agresividad ni actitud defensiva. Tu sentido de identidad deriva entonces de un lugar más profundo y verdadero dentro de ti, no de la mente.