Hace varios años, tres pastorcillos contaron haber visto la aparición de un "bella señora de los cielos", que más tarde les confió tres secretos. Aunque dos de estos ya han sido revelados el tercero se halla encerrado en una bóveda de seguridad en el Vaticano.
Lucía, Francisco y Jacinta alegaron haber visto la aparición en una nube suspendida encima de un árbol, cerca del pueblo de Fátima, en Portugal. La mujer misteriosa les dijo que regresasen al mismo lugar el día 13 de cada mes. El día señalado, un mes después, los niños se dirigieron a un roble, seguidos de unos 50 aldeanos que se habían enterado del relato de los niños, ya por todo Fátima.
Aunque algunos testigos alegaron, posteriormente que, en efecto, había una nube baja suspendida por encima de un árbol, nadie excepto los niños vio a la mujer. Los resultados no fueron diferentes al mes siguiente, y pronto los escépticos empezaron a regañar a los niños, así como a los adultos que se habían enzarzado en aquella especie de juego. No obstante, los niños insistieron en que decían la verdad.
A pesar de la prohibición de la jerarquía eclesiástica, los niños continuaron acudiendo al árbol el día 13 de cada mes. En un lluvioso 13 de octubre de 1917, que al final resultó ser la última presentación de la aparición, el lugar estaba atestado de fieles católicos, que confiaban, desesperadamente, ser testigos de un milagro. Aunque los niños fueron una vez más los únicos que la vieron, la mujer se identificó como "Nuestra Señora del Rosario" y divulgó los tres secretos. Luego, la visión se desvaneció. De repente, según informaron más tarde los aldeanos, la lluvia cesó y las nubes se disiparon, revelando un Sol que empezó a girar y caer a plomo sobre el suelo. La aterrada muchedumbre estuvo segura de que el mundo se acababa, pero muy pronto el Sol regresó a su posición normal. Este pintoresco comportamiento se afirma que ocurrió dos veces más.
¿Pero que hay acerca de los secretos guardados por los niños?. No fueron divulgados nunca por parte de Francisco o Jacinta, que murieron durante la epidemia de gripe de 1918. Sin embargo, Lucía escribió más tarde un relato acerca de la experiencia, en el que describía las predicciones, a requerimiento de la Santa Sede. Escribió que una de ellas era una visión del infierno y otra se refería al desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial.
A petición de la señora, según dijo Lucia, el tercer secreto no debía divulgarse nunca y, en efecto, permaneció en un sobre cerrado hasta que el Papa Juan XXIII lo abrió en 1960. La revelación aterró tanto a Su Santidad, que se cuenta que ordenó que se cerrara de nuevo y no se hiciera jamás público.