Un emperador estaba por salir de su palacio para dar un paseo matutino, cuando, a las puertas del mismo, se encuentra con un mendigo. Suponiendo el pedido de una limosna, le preguntó: - ¿Qué quieres?.
El mendigo lo miró y le dijo: - Me preguntas de una manera... como si tu pudieras satisfacer mi deseo.
El emperador le respondió: Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo.¿Cuál es?
Y el mendigo le dijo: - Piensa dos veces antes de prometer.
El emperador, comenzando a molestarse, insistió: - Te daré cualquier cosa que pidas. Soy una persona muy poderosa, y extremadamente rica... ¿qué puedes tú desear que yo no pueda darte?
El mendigo le dijo: - Es un deseo muy simple... ¿ves esta bolsa que llevo conmigo?... ¿puedes llenarla con algo valioso?
- Por supuesto - dijo el emperador.
Y Llamó a uno de sus servidores y le dijo: - Llena de dinero la bolsa de este hombre.
El servidor lo hizo... y el dinero, apenas ingresado a la bolsa, desapareció.
Echó más y más, y el mismo desaparecía al instante.
La bolsa del mendigo, por lo tanto, siempre estaba vacía.
El rumor de esta escena corrió rápidamente por toda la ciudad y entonces una gran multitud se reunió en el lugar, poniendo en juego el prestigio del emperador.
Entonces el emperador le dijo a sus servidores: - Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no se va a salir con la suya, ya que me dejará en ridículo frente al pueblo.
Diamantes, perlas, esmeraldas... uno a uno los tesoros del emperador iban ingresando en la bolsa, la cual no parecía tener fondo.
Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente.
Era el atardecer y habiendo quedado el emperador ya sin ninguna cosa que colocar en la bolsa del mendigo (habiendo llegado incluso a desprenderse de joyas que habían pertenecido a su familia por siglos), se tiró a los pies del mendigo y, admitiendo su derrota, le dijo: - Has ganado tú, pero antes que te vayas, satisface mi curiosidad: ¿cuál es el secreto de tu bolsa?.
El mendigo le dijo: - ¿El secreto?... está simplemente hecha de deseos humanos.
Anónimo.
Piensa en los deseos ¿cuál es su mecanismo?:
Primero hay una gran excitación: la aventura. Se siente un gran impulso.
Algo va a suceder, se está al borde de algo. Y luego que se tiene el auto, el velero, la casa, la mujer... de repente, nada de ello tiene significado ya.
¿Que pasó? La mente lo ha desmaterializado.
El auto está en el garaje, pero ya no excita de la misma manera. Lo que excitaba era conseguirlo... o lo que es lo mismo, emborracharse con el deseo hasta olvidarse que el vacío se sitúa en el interior de uno.
Pero ahora, con el deseo cumplido: el auto en el garaje, esa mujer en la cama, el dinero en el banco... desaparece la excitación.
De nuevo se siente ese vacío. Y se tiene que crear un nuevo deseo para escapar de esa sensación, esa ansiedad, ese vacío.
Así es como va la mayoría de la gente por la vida: de un deseo en otro, convertida en mendigos con bolsas que jamás parecen poderse llenar. Cuando se lo alcanza, un nuevo deseo se hace necesario, olvidando ese que tanto se buscó.